ERROR DE CONEXIÓN

ERROR DE CONEXIÓN

De las cartas al e-mail

Inevitablemente, los seres humanos buscamos conectarnos; el poder transmitirle a otro lo que pensamos y sentimos. Dada esta necesidad, las medidas para procurarla fueron creadas, entre ellas las cartas, convirtiendo a la distancia en una palabra más y enfocándola no en impedimento, sino en parte del proceso de comunicación. Así, durante años, la conexión prevaleció, y el concepto del tiempo se volvió parte del mencionado proceso. Sin embargo, con el desarrollo de la humanidad y la evolución de la tecnología, lo que antes se entendía por “conexión” dio un giro en torno a su significado, enfocándolo ahora en relación con las pantallas del ordenador; con la inmediatez y la reducción absoluta de la distancia y el tiempo. La transición al email cambió la perspectiva de las relaciones, de la comunicación y del sentido que se le atribuye a las palabras, a la memoria, a la soledad y a la necesidad –aparentemente secundaria– de una respuesta. Se ha seguido facilitando la comunicación como tal, pero ha dificultado el “comunicarse” entre las personas.

Las cartas poseen una personalización que el correo electrónico ha perdido, dando pie a que sean sólo ese “eco de la carta”. Por un lado, las cartas manifiestan una esencia de personificación del remitente y todo tiene un significado: el tipo de letra distintivo de cada mano, la reflexión y el “ensayo y error” del que el destinatario nunca estará enterado; y, por otro lado, en el e-mail existe un formato predeterminado, lo cual puede estar sujeto a interpretaciones múltiples si no conlleva una previa intención y reflexión.

Contrario a las cartas donde sólo existe un escrito original, en el e-mail uno conserva la “copia” dentro de su bandeja, al alcance de una tecla. Ya no es necesario recordar lo que fue escrito o que el destinatario hable un poco en sus líneas acerca de lo que fue enviado. De este modo, existe un doble juego: la memoria humana frente a la memoria del ordenador. El hecho de poder conservar digitalmente lo enviado ha desarrollado también la dependencia a “no olvidar” o a pensar que “eliminando el historial” es posible eliminar también la historia.

La impersonalización que el e-mail proporciona es lo que ha provocado la ruptura; el error al conectar. Las palabras están ahí, pero ¿en qué medida logran transmitir lo que quieren? ¿En qué medida se cumple la función ya no de comunicar, sino de comunicarse? El sentido y significado de los mensajes, al evolucionar con el e-mail y el monopolio del internet, ha creado una indiscutible conexión con el mundo, pero ha deteriorado notablemente la conexión entre nosotros. Siempre habrá la manera de hablarnos, pero ¿será que eventualmente ya no habrá qué decirnos?

LA AUTORA

Joven apasionada por las letras, heredo de su madre y abuela los deseos de contar historias, con apenas 19 años de edad, María Treviño ya sabe lo que quiere en la vida, escribir es la máxima expresión de su existencia.

María Treviño

Joven apasionada por las letras, heredo de su madre y abuela los deseos de contar historias, con apenas 19 años de edad, María Treviño ya sabe lo que quiere en la vida, escribir es la máxima expresión de su existencia.