UNOS TRAGOS CON HEMINGWAY

Especialistas
/ 13 abril 2025

El inmenso poeta Charles Baudelaire (1821–1867), quien habitó el París del Moulin Rouge y de la fraternidad cotidiana de las tertulias y la bohemia -la cual plasmó en sus versos entre la desmesura, la amargura y el escándalo-, dijo en uno de sus poemas más célebres:

“Hay que estar ebrio siempre. Todo reside en eso: ésa es la única cuestión. Para no sentir el horrible peso del tiempo que nos rompe las espaldas y nos hace inclinar hacia la tierra, hay que embriagarse sin descanso. / Pero, ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud…” Deletrea con poder el poeta francés.

Tal vez por esto, y no por otra cosa, en La Habana solía embriagarse a diario un escritor y periodista que no tenía marca, botella o brebaje aborrecido: papá Ernest Hemingway. Convirtió un bar mezquino y sin futuro, “La Bodeguita del Medio”, fundado en 1942, en una catedral de borracheras a la cual es necesario ir en peregrinaje para sambutirse los famosos mojitos, los cuales el periodista bajaba por decenas. Otros clientes ilustres de semejante bar tropical fueron Salvador Allende y, claro, otro Nobel de Literatura: el chileno universal, Pablo Neruda.

Esta pequeña saga de textos donde abordamos las comidas y bebidas que no dejaban manos libres a Hemingway ha sido de su beneplácito y lectura. Gracias, de corazón, palabra y pensamiento, por su lectura y acotaciones. Un lector voraz que me dispensa su amistad y conocimiento -lo dije en textos anteriores- es don Alejandro Valdés, a él le debo comentarios puntillosos, de los cuales iré dando cuenta aquí.

Y por cierto, usted lo sabe: todo va con todo. Hay un vino premium, caro de a madre. Una joya. Mejor que cualquier alhaja o auto: el vino francés -como Baudelaire-, el Château Margaux (región de Burdeos), donde se ha producido vino desde el siglo XVI. Por esto, y no por otra cosa, la actriz Margaux Hemingway debe su nombre a ese vino tinto supremo, el cual un buen sibarita (como papá Ernest) debe probar al menos una vez en su vida. Lo subrayo: Ernest bautizó así a su hija en honor a su vino predilecto. La niña se suicidó en la mejor etapa de su carrera.

Un buen vino se convierte en musa (Voltaire hacía panegíricos y glosaba la calidad del vino de Borgoña, al cual se refería como “el divino jugo de septiembre”). El filósofo acumulaba botellas de Volnay de forma celosa, y éstas eran motivo de su inspiración y buenas letras. Cuentan las crónicas que el gran Alejandro Dumas escribía “El Conde de Montecristo” a la par de escanciarse una copa de Montrachet, su preferido.

En próximas entregas entraremos de lleno en las maneras y modos en los que, en “El viejo y el mar”, el pescador Santiago se alimentó de pescado crudo: su manera de comerlo, cómo lo cortaba en mar abierto, justo cuando combatía con los tiburones, los cuales, al final de cuentas, le arrebataron al gigantesco pez espada con el cual había sostenido una lucha a muerte. Genial.

Jesús R. Cedillo
por
Escritor y periodista saltillense. Ha publicado en los principales diarios y revistas de méxico. Ganador de siete premios de periodismo cultural de la uadec en diversos géneros periodísticos.
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