Especialistas
/ 14 septiembre 2025

UN JUGO DE BELEÑO, POR FAVOR

El debate en torno al “canon occidental” de Harold Bloom revive con Shakespeare como protagonista y su obra marcada por vino, comida y melancolía.

Hace algunos años, específicamente en 1995, el académico norteamericano Harold Bloom se apropió del mundillo literario universal y lo hizo estallar como una pompa de jabón. Publicó un libro hoy clásico sobre los libros y la lectura: “El canon occidental.”

Dos bandos irreconciliables: los positivos a favor de esta catalogación, encasillamiento y selección de lo más granado de la literatura occidental y claro, el bando contrario: los reversos a dicho corsé, camisa de fuerza escrita a la medida por el profesor universitario. Libro provocador. Sigue causando un sisma de proporciones épicas (aún hay réplicas de aquel terremoto). Y Bloom, buen norteamericano, se abroga la soberbia de encasillar, clasificar y descartar a todo autor fuera de su bisturí crítico.

El canon gira en torno a dos santones en lengua inglesa: William Shakespeare (insoslayable) y Walt Whitman (1819-1892). El capítulo referente al poeta nacido cerca de Nueva York se titula: “Walt Whitman como centro del canon norteamericano.” Caray. Pero hoy y como es reiterado, vamos a beber del vino y la comida de Shakespeare. El eterno William Shakespeare. Sigo anotando todos sus libros con esta divisa: la gastronomía.

Claro, “Antonio y Cleopatra”, “Enrique V”, “La fierecilla domada”, “El Rey Lear” y como no, sus sonetos. Se come y se bebe bien en la obra del isabelino. A continuación en “Otelo” se lee: “(Habla Brabancio, padre de Desdémona)... Para mí como si hubiese muerto. La han sacado de mi casa, le han trastornado el seso con bebedizos de charlatanes...”

“(Habla Yago) Ven, teniente mío: vaciemos un tonel de vino de Chipre a la salud de Otelo. Allá afuera tengo dos amigos que no dejarán de acompañarnos.... ¡Ea! Traed vino. Sacudid, ¡sacudid las copas: el soldado es mortal, y debe beber sin término! ¡Más vino, amigos!”

“(Habla Casio) El demonio de la ira venció al de la embriaguez. Un defecto provoca otro, para que yo me avergüence más y más de mí mismo.”

Usted lo sabe, nosotros los escritores padecemos todos los pecados y todas las enfermedades. Somos atormentados. No hay buen escritor el cual sea feliz. No lo he conocido aún. Los personajes de William Shakespeare (al menos cuatro los cuales vienen a mi mente en este instante: Otelo y Desdémona, Antonio y Cleopatra), padecieron insomnio. Amén de melancolía, esa fiera carnicera llamada hoy depresión.

Va un remedio, una pócima la cual aparece en “Otelo”, ésta puede remediar o al menos paliar el emperrado insomnio: es el jugo, la poción o bebedizo de la adormidera, el beleño o la mandrágora. Al punto: el beleño. ¿Sabe usted cómo se le conoce? Es “La planta del demonio.”

Si usted consulta la inconmensurable “Enciclopedia del Idioma” de don Martín Alonso, “falaguera” es un helecho, deriva de una voz árabe la cual significa literalmente: ardor, también demencia y/o (provoca) ceguera. Falaguera es el beleño. Y te lleva a la muerte...

Jesús R. Cedillo
por
Escritor y periodista saltillense. Ha publicado en los principales diarios y revistas de México. Ganador de siete Premios de Periodismo Cultural de la UAdeC en diversos géneros periodísticos.
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