De muchas formas los viajes en carretera siempre han formado parte de mí y desde pequeña tengo recuerdos de largos trayectos ya sea en tren; que todavía me tocó subirme, en autobús o automóvil.
Aproximadamente nuestros recorridos eran de unas 12 horas y para hacerlos más divertidos cargaba siempre con mi almohada, cobija, dulces y muñecas.
La primera parte siempre la gozaba más, tenía todo el ánimo para jugar, cantar e imaginar pero conforme avanzábamos mi humor iba cayendo, me sentía cansada y agotada de ir únicamente sentada.
Las horas se pasaban muy lentas, la impaciencia por llegar a la casa de los abuelos empezaba al momento de partir y tenía la ilusión de que corriera el tiempo más rápido si preguntaba a cada rato “¿cuánto falta?”, “¿Por dónde vamos?”, ¿ya casi llegamos?
A la mitad del camino siempre parábamos y nos bajábamos a estirar las piernas, tomar aire, agarrar fuerza, despejarnos un poco y seguir.
Después del descanso y retomar el camino, todo era distinto, me sentía renovada y lista para gozar de las últimas horas de viaje, el reloj caminaba más de prisa y mi humor sin duda mejoraba.
Esos pocos minutos que nos daban, sin duda hacían el trayecto más ligero, recargaba la pila que ya había perdido y estaba como nueva para las 6 horas restantes.
No sé por qué, pero el último tramo se pasaba más de prisa y en un abrir y cerrar de ojos estábamos corriendo a los brazos de toda la familia.
Creo que así también sucede con el transcurso del año, al principio estamos muy emocionados con nuestros propósitos, nos fijamos grandes objetivos y nos alegra la oportunidad que tenemos de iniciar algo nuevo.
Pero van pasando los meses y vamos sintiendo en nuestro cuerpo el agotamiento de un trabajo diario, las obligaciones que tenemos que cumplir y la disciplina a la que nos sometemos para tener mejores resultados.
Si, nos llega a cansar el calor, la rutina, los pendientes del día a día, el estrés y vamos percibiendo un cansancio físico y emocional.
Entonces es justo ahí cuando necesitamos estacionarnos, bajarnos un rato del carro y revisar lo que llevamos en nuestra maleta.
Ver si lo que estamos cargando lo necesitamos para continuar el viaje o podemos desprendernos de algo.
Sí, también hay que descansar, tomar algunos días de vacaciones y darnos el tiempo para disfrutar más de la familia y amigos porque “Viajar y cambiar de lugar revitaliza la mente”, y eso es lo que muchas veces necesitamos para volver a arrancar motores, lograr lo que nos propusimos en un principio y enfrentar la segunda mitad del viaje con toda la fuerza y entusiasmo posible.