Una estimada amiga, ama de casa ella, la cual cocina como diosa, me habló a mí celular y me invitó a merendar a su residencia: un halago. Amén de pasarla a todo dar con unos bocadillos y una tabla de quesos de rancia estirpe, todo ello marinado con un buen tinto de La Rioja de España, mi amiga me soltó a quemarropa: “Muy buenos tus artículos Jesús, los colecciono todos, pero estás cometiendo una grave omisión en tu saga de textos sobre hierbas, flores, plantas, potajes, bebedizo y demás. Se te está olvidando un súper alimento, por cierto, de origen bíblico: el olivo, el aceite de olivo...”
Los mariachis callaron. Efectivamente, mi guapa y atildada amiga tiene razón: no he citado en esta saga de hierbas, flores, pócimas, etc.; al famoso, histórico y mítico olivo. Aquí rápidamente voy a tratar de enmendar mi yerro. Aunque luego regresaré al tema. Voy: usted lo sabe, en los inicios de la humanidad, en los primeros tiempos los humanos dependían de las plantas para sobrevivir. El mundo vegetal ofrecía a estos primitivos (recolectores y ya luego cazadores) una gran variedad de frutos, hierbas, semillas, cortezas, hojas, flores... las cuales utilizaban como medicina, alimento y no pocas veces como armas o vestido protector.
No hay poeta el cual se precie de serlo, el cual no haga la feliz comparación de la mujer amada con algún fruto o flor en sus versos. O la ausencia de belleza, plenitud o juventud cuando la vejez del invierno se presenta. Los versos siguientes –puntillosos y con jiribilla venenosa– son de William Shakespeare: “A la manzana de Eva tu hermosura imita,/ si bajo tu aspecto dulce virtud no habita.”
El aceite de olivo ha sido usado a lo largo de la historia de muy variadas formas y tipos: como fuente de iluminación (en lámparas), se ha utilizado como perfume, loción corporal, ungüento capilar o de plano, como producto de limpieza para los cuerpos, como lo hacían los romanos de la antigüedad (se untaban el aceite de olivo en el cuerpo y luego se rastrillaban la piel con una hoja llamada estrígil). De igual manera lo usaron los griegos.
Las conexiones simbólicas, místicas y claro, terrenas (alimentación) entre árboles, plantas y humanos es histórica y eterna. El dios griego Apolo estaba asociado con el laurel. El dios egipcio Osiris con el cedro y la diosa griega Atenea con el olivo. Hoy por lo general y para nosotros los humanos, el aceite de olivo es indispensable en la cocina saludable. Pero hay diferentes tipos de aceite y los mejores valen una verdadera fortuna en el mercado. De hecho, hay traficantes profesionales de ello. Sí, mafias las cuales se dedican a traficar aceite de olivo, lo mismo al oro, diamantes o vainilla.
El gran poeta romano Horacio, en sus Odas, menciona a la aceituna como parte fundamental de su dieta, pues estaba considerada como un alimento perfecto. ¿Usted ha probado las aceitunas negras? Un manjar ahora sí, de Dioses. Por algo el maestro Jesucristo sufrió lo suyo en el huerto de olivos, Getsemaní...
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