LA SARTÉN, LA PLUMA Y LA IMAGEN

Especialistas
/ 9 febrero 2025

Un atento lector como usted, el cual hoy guarda mis letras y las hace suyas, me ha mandado el siguiente mensaje: “Maestro Cedillo, disfruto sus textos. Me gusta su profundidad al hablar de gastronomía y vinos. Y no hablar de recetas. Todo mundo tenemos nuestras recetas familiares y eso se disfruta más en familia y no en un restaurante de alto postín. Me detengo en un pequeño detalle: tiene mucho tiempo sin hablar de la relación de la gastronomía con el cine, con las películas y con la literatura. Hay mucho material y me extraña la ausencia del tema en sus columnas. Reciba un abrazo de su lector… Frank Stinkfoot, escritor”.

Pues sí, don Frank tiene raíces norteñas, aunque desde muy joven se fue a recorrer el mundo y, la verdad, ya viene poco por estas tierras que le vieron nacer. Nació en La Aurora, Coahuila. Hoy un bonito y bello pueblo engullido por la mancha urbana de la región. El escritor tiene razón. ¿Pero por dónde empezar este asedio que me pide, y con justa razón?

El maridaje entre la sartén, la pluma y la imagen (el celuloide, pues) es de larga data y, la verdad, me he perdido buena parte del cine contemporáneo que, leo, es bastante bueno. El cine, digamos, antiguo (ya todo es antiguo al día de hoy), me lo conozco de memoria, pero de lo actual tengo serias lagunas, las cuales espero subsanar en la medida del tiempo disponible.

No pocas veces se le critica a la novela o a los relatos mexicanos que no tienen verosimilitud, no digamos real o histórica (lo que eso signifique), no tienen verosimilitud literaria. Sucede como en el cine: hay historias donde se ve pasar el tiempo, los meses y los años… y nadie va a comer. Nadie come un bocado. Menos ir al retrete. Pero hay otras historias literarias o cinematográficas donde un platillo marca a tal grado la historia, que queda para la historia de la humanidad. 

¿Una hamburguesa? La de la cinta “Tiempos violentos”. ¿Un postre? El strudel de “Bastardos sin gloria”. Insisto, mis referencias son viejas, antiguas, porque este cine fue con el que me formé y no tengo referencias nuevas, o son muy vagas al respecto. Las cintas de “El padrino” rebozan en platillos, comidas, cenas y buenos vinos bajo un código de honor: la mafia. Una maravillosa ternera fue la que comieron como última cena dos capos en dicha cinta. 

Y, claro, cómo no recordar la novela y película “Como agua para chocolate”, de Laura Esquivel. Filmada por Alfonso Arau en 1992 (imagínese mi referencia tan antigua), la cinta marcó un hito en la literatura y el cine nacional. Cine nacional que catapultó a México a nivel internacional. Aquí, usted lo sabe, desfilan manjares, como ese platillo que en la cinta se huele y se disfruta: codornices en pétalos de rosas. Una parte de la película fue filmada aquí en Coahuila y participaron actores locales. 

Y, bueno, ya nadie lo recuerda, Laura Esquivel vino a Saltillo a presentar su novela. ¿Usted ha probado el filete Chateaubriand? Sí, sale a cuadro en la película que ha marcado una época: “Matrix”.  ¿Y las caracolas a la bouguignonne? Sí, en “Mujer bonita”. En fin, volveré al tema… 

Jesús R. Cedillo
por
Escritor y periodista saltillense. Ha publicado en los principales diarios y revistas de méxico. Ganador de siete premios de periodismo cultural de la uadec en diversos géneros periodísticos.
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