Qué delicia de día: soleado y con aire fresco. Un día perfecto para disfrutar de la bella ciudad de Madrid. Comenzamos caminando por las afueras del parque El Retiro, buscando un lugarcito para desayunar rico. Después de unas cuantas cuadras lo encontramos, y comimos delicioso: un toast de aguacate y salmón y un café americano (¡qué delicia el café de ahí!).
Teníamos en mente que sería un día de museos; no teníamos prisa de nada, e ilusionadas estábamos por conocer. Llegamos al museo Reina Sofía y, en la fila para comprar las entradas, nos informan que no había luz, que esperáramos un momento.
Después de aproximadamente 20 minutos nos avisaron que teníamos que evacuar el sitio. Escuchamos a lo lejos que no había luz en toda la zona. Decidimos entonces ir al Museo del Prado y caminamos hacia allá. Al llegar, nos dimos cuenta de que tampoco tenían luz y que toda la gente estaba saliendo del lugar.
Decidimos caminar más y encontrar otra actividad que hacer. Nos subimos al turibús. A vuelta de rueda avanzamos un par de cuadras y notamos que los semáforos no funcionaban. En poco tiempo nos dieron la instrucción de bajar.
“No hay luz en toda España, Francia y Portugal. No sabemos qué está pasando. El tráfico está colapsado”, fueron las palabras del guía.
Empezamos a notar que el ambiente se ponía muy tenso: la gente iba con prisa por la calle, las tiendas empezaban a cerrar y todos intentaban hacer llamadas desde el celular, pero no había línea ni internet. Decidimos caminar hacia la casa de un tío, a las afueras de la ciudad, porque la puerta y la llave de nuestro departamento eran digitales y no íbamos a poder entrar. Policías dando instrucciones, bomberos, madres recogiendo a sus hijos del colegio, caras de angustia, conversaciones y teorías de lo sucedido fue lo que vimos camino a la estación de autobuses.
Como dicen, siempre hay ángeles en el camino. Una señora que iba hacia el mismo lugar nos guió y, junto con su esposo, nos llevaron hacia nuestro destino.
En medio del caos no faltó gente que nos ayudó a llegar a casa. Eso me hizo reflexionar sobre la importancia de ayudar a los demás con lo más mínimo: resolviendo dudas, dando información, compartiendo, cediendo.
En la espera de noticias y de la reactivación de energía, estuvimos en familia conversando, viendo álbumes de fotos, contando anécdotas y escuchando las distintas historias de cada uno. Sin duda alguna fue un día de caos, pero también de muchos aprendizajes y de volver a lo básico.
Caminar de un lugar a otro, observar lo que sucede a nuestro alrededor, platicar con desconocidos, buscar las rutas de llegada en los mapas de la ciudad, conectar nuevamente y desconectarnos un ratito del mundo digital.
Un suceso histórico siempre trae consigo aprendizajes, y creo, sin duda alguna, que de algo sirvió este apagón.