CAMPOBELLO Y EL SOTOL

Especialistas
/ 2 marzo 2025

Ahora que está de moda hablar de feminismo, libertad de la mujer, emancipación, equidad de género, sentido de pertenencia al género (lo que eso signifique), lenguaje inclusivo y un largo etcétera, pocos -o nadie- han leído a la mexicana, escritora, bailarina y coreógrafa Nellie Campobello. Nació en Durango en 1900. La fecha de su muerte es tan incierta como las condiciones en las que ocurrió. De hecho, su verdadero nombre también es motivo de investigaciones literarias. Su vida, azarosa, llena de retruécanos y peripecias, sigue siendo objeto de múltiples conjeturas.

Lo cierto es que Nellie Campobello es autora de dos libros fundamentales de eso llamado “Novela de la Revolución Mexicana” o, en términos generales, de dos libros esenciales para la literatura mexicana: “Cartucho” y “Las manos de mamá”. Relatos en prosa poética dura y ruda, donde desfilan villistas y carrancistas por igual. Ese periodo en Chihuahua (de 1916 a 1920) es reconocido por los historiadores como la etapa más cruel y sanguinaria que ha vivido dicho estado norteño.

Pero también, la prosa de Campobello retrata fielmente la gastronomía, la bebida y todos aquellos sabores preñados de pólvora del período revolucionario. A vuela pluma, leamos algunos fragmentos de su obra. Por esta ocasión (luego regresaré al tema en tres columnas más, pues sus libros dan para mucho), pondremos el acento en esa bebida muy norteña, muy chihuahuense y muy coahuilense: el sotol.

Somos hijos del maíz… y de los tragos fuertes. Como el sotol. Usted y yo estamos hoy aquí, señor lector, porque nuestros antepasados, los hombres que nos precedieron, descubrieron el lenguaje escrito y, al relatar sus experiencias, entraban en eso llamado historia. Hacían historia. Y la historia la escribimos todos: vencedores y vencidos. Campobello da pinceladas milimétricas sobre la gastronomía y las bebidas de aquellos turbios y feroces tiempos revolucionarios:

“Alto, color de canela, pelo castaño, ojos verdes, dos colmillos de oro -se los habían tirado en un combate cuando se estaba riendo-. Gritaba mucho cuando andaba a caballo; siempre se emborrachaba con sotol”.

La autora se refiere a un villista, Elías Acosta, quien se destacaba por “villista, por valiente y por bueno”.

Otra referencia de Campobello a esta bebida, que duele como lija en la garganta:

“El general Tomás Urbina nació en Nieves, Durango, un día 18 de agosto del año de 1877. Caballerango antes de la Revolución, tenía pistola, lazo y caballo. La sierra, el sotol, la acordada hicieron de él un hombre como era”.

¿Lo nota, lector? La escritora deja un testimonio eterno en pocas líneas: para ser hombre en México, además de tener facha de ello, en esos tiempos era necesario tener caballo, pistola… y beber sotol, harto trago de hombres.

Agradezco todos sus comentarios y seguiré abonando nuevas letras al tema de gastronomía y erotismo. Sin duda. El libro es una joya, pero es muy difícil de conseguir.

125 años del aniversario de Nellie Campobello. Y aquí, pocos -o nadie- la han leído.

Jesús R. Cedillo
por
Escritor y periodista saltillense. Ha publicado en los principales diarios y revistas de méxico. Ganador de siete premios de periodismo cultural de la uadec en diversos géneros periodísticos.
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