UNA SOPA DE LENTEJAS ANTES DE MORIR

Una sopa de lentejas antes de morir

Lo he dicho en este generoso espacio de la Revista 360 desde hace años, pero hoy esta publicación está mejor que nunca debido al trabajo de las tres editoras en general: Fernanda De Nigris, Mélida Puertos y Carolina García como columna vertebral, y como fondo, Ana Lucía Paz y Diana Castilla. Todas ellas, bellas e inteligentes. Y, sobra decirlo, me rindo a sus encantos en las juntas de trabajo. En fin, nada nuevo en su servidor. Pero sí es necesario dejarlo en letra redonda: belleza e inteligencia imponen. Y mucho. 

Lo voy a volver a escribir porque acaba de pasar la Semana Santa y esas fechas (y siempre) obligan una sopa de lentejas. La cual, para mí, si usted me ha leído, es base de mi dieta y apetencias. Lo repito: si un día me caso con una buena mujer (ya no hay buenas mujeres, en fin), solo le pediría, y diario, una sopa, una buena sopa de lentejas. De vez en cuando otra cosa, para variar; pero mi sopa de lentejas es mía. Y con eso tengo para ser feliz. 

Los líquidos del cuerpo. Los humores del cuerpo. Sangre, cólera, flema, melancolía, orina y sudor. Tal vez tenga razón el doctor y sabio Hipócrates al hablar de aquello de los humores, el carácter, el temperamento y los alimentos que se ingieren. Las lentejas se asocian, desde siempre, con el temperamento melancólico. Los frijoles, alubias y demás –llamados en la Edad Media “la carne del pobre”– se dice contribuyen a los males gástricos y a un cúmulo de flatulencias épicas.

¿Tengo temperamento melancólico? Sí. Desde siempre. ¿Mi sopa de lentejas contribuye a eso? No me interesa. Yo la disfruto. En alguna cata de alimentos y vinos pretérita, el chef de sabor huracanado, don Juan Ramón Cárdenas, presentó la opulencia y la miseria perfectamente marinadas: un salmón con tocino, aguacate y, creo recordar, montado en una cama de lentejas. ¿Y el vino? Un Cabernet Sauvignon. Aquello fue de película. 

¿Cuál es su sopa preferida, señor lector? La cocina mexicana es pródiga en potajes y sopas. No todo es chile, tortillas, sal y frijoles. En el libro “Cocina mexicana”, del Premio Cervantes Fernando del Paso y su esposa Socorro, se cuenta de una “sopa fría de mango”. Ha de estar de escándalo, pero aquí en el pueblo nadie la ha preparado. En Guadalajara, Jalisco, ya hay un restaurante que tiene este platillo. Cuando tenga un peso de más, iré en viaje ex profeso a disfrutar de esta sopa y la reseñaré aquí. 

Alejandro Dumas era de buen yantar. Viajó por toda Europa recopilando recetas y, claro, comiendo todo lo comestible posible. Lo dejó escrito en su obra portentosa, incluyendo un libro poco conocido de él: “Diccionario de cocina”. Y, usted lo sabe, Dumas pone a comer a todos sus personajes. En “Los Tres Mosqueteros”, hay un héroe tan glotón (un literal tragaldabas cualquiera) como hábil con el sable y la espada. Es Portos, quien tiene en la “sopa de mejillones” su banquete predilecto. Dumas era fanático de la “sopa de cangrejos”. 

Yo sería feliz con mi sopa de lentejas y vendería no mi primogenitura, no, yo lo doy todo por ella…

Jesus R. Cedillo

Escritor y periodista saltillense. Ha publicado en los principales diarios y revistas de México. Ganador de siete premios de periodismo cultural de la UAdeC en diversos géneros periodísticos.