Es increíble que en pleno verano la naturaleza nos esté regalando días frescos, con abundante lluvia, un sol que se deja entrever y la posibilidad de disfrutar el aire cálido recorriendo nuestro rostro. Tardes nubladas que nos incitan a mucho y a poco a la vez.
Los días grises en pleno verano son deliciosos, es como apagar el switch de una computadora y reiniciar. Es dejar a un lado el ajetreo, los planes, la fiesta y descansar del aire acondicionado, relajando el cuerpo y la mente.
Estas lluvias se agradecen de muchas formas, pues distintas actividades se sienten y disfrutan más al escuchar el agua caer, al percibir el olor a tierra mojada y ver las gotitas sobre la ventana.
Me encanta la melancolía que se hace presente y nos invita a recordar los buenos momentos, lo que fue y lo que viene; al compás de música suave y relajada que nos transporta a aquel lugar donde las memorias existen y creíamos tener bien resguardadas.
Buen tiempo para agarrar un libro, no soltarlo y dejar que las horas pasen, hacer nuestra la historia y sentir las mariposas recorriendo nuestro estómago. Para preparar una taza de té, sentarnos sobre la mesa y seguir armando el rompecabezas que sigue pendiente en la sala y, por qué no, los que nosotros mismos tenemos en nuestra cabeza.
Salir a caminar, recién termina de llover, sirve como analgésico para el cuerpo, para tomar aire, purificar nuestros pulmones y el alma también. Es observar con más detalle la naturaleza y darnos cuenta de lo bellos que son los árboles, las flores, las plantas; es mirar al cielo y maravillarnos con el brillante arcoíris que sobresale y nos incita a buscar al duende saliendo de la olla llena de oro.
También volver a llorar y reír viendo nuestra película favorita, según sea el caso, que se nos pase el tiempo en calma y agradezcamos ponernos pronto la pijama.
Ricas tardes de café, acompañadas por buenos amigos, en familia o en la soledad de nuestra cálida cocina; deleitando lo amargo de la cafeína y lo dulce del pan.
De encender velas que nos ayuden a seguir andando e iluminando en todo momento.
Tardes de estío, de conectar y desconectar; de escribir de la vida, del amor y de lo que sale del corazón.
(Este texto se escribió en un día lluvioso, todo lo que se expone es por experiencia propia y deseando tener más días de estos).