JESÚS R. CEDILLO: ENSEÑANZAS DE ERNEST HEMINGWAY

No pocas veces en este generoso espacio dominical, he escrito, he deletreado la vida, la gastronomía y los tragos, siempre los tragos, que acompañaron en vida a ese Nobel de las Letras y suicida él, Ernest Hemingway. “Papá Hemingway” solían decirle. Lo era. Y así, rueda rodando, quisieron los hados de los libros que diera, en un bazar de segunda mano (insisto, ya no hay librerías) aquí en la ciudad, con un lote de libros perdido entre el mar de objetos y cosas que se vendían. Desde un serrucho, una pala, un martillo, una maleta de viaje o bien, como lo dije, libros. 

El libro estaba incluso en su papel celofán. Jamás había sido leído. Pues sí, una joya. El libro se llama, y desde su título anuncia su contenido, “Mi daiquirí en el Floridita” de la autoría de un investigador y escritor que ha hecho de la gastronomía cubana su “leitmotiv”, Fernando Fornet. Con media docena de libros mínimamente bajo su autoría, se ha especializado en cocina, gastronomía cubana. Y si hacemos referencia a la cocina y a la Isla de Cuba, esta no se puede escindir, paradójicamente, de un autor gringo, Ernest Hemingway. 

El libro de 110 páginas de Fornet se deja leer con beneplácito y holgura. Un deleite, sí, en el paladar. Y parte de su tejido vertebral es precisamente contar lo ya tal vez muy contado, pero nunca suficientemente agotado: los tragos, los cócteles los cuales Hemingway bebía por docenas en la Isla de Cuba. La frase del escritor ganador del Nobel de Literatura resuena en la eternidad: “Mi mojito en la Bodeguita y mi daiquirí en el Floridita.”

En “Islas en el Golfo”, deletrea Hemingway: “Había bebido daiquirís dobles helados, los grandiosos daiquirís que preparaba Constante que no sabían a alcohol y daban la misma sensación, al beberlos, que la que produce el esquiar barranca abajo por el glaciar cubierto de nieve en polvo y luego, después del sexto u octavo, la sensación de esquiar barranca abajo cuando se corre sin la cuerda”.

¿Ocho daiquirís, cinco mojitos? Caramba, eso es de hombres como el gran Ernest, con panza de acero. Yo con tres tengo y ando viendo visiones. No por algo la fama, mítica fama de Hemingway como la de otros escritores los cuales hicieron de la bebida casi su razón de existir amén de las letras, está bien ganada y forjada. Beber ocho daiquirís es como esquiar barranca abajo y sin red de protección…

Escribió Octavio Paz, también Nobel de Literatura: “Cualquiera que sea su actividad y profesión, artista o artesano, el hombre transforma la materia prima: colores, piedras, metales, palabras”. Le creemos. Papá Hemingway transformó un suero para mineros (por eso se llama así, era la mina donde les daban este suero a los empleados para no deshidratarse, se llama “Daiquirí”) en un cóctel internacional y harto apreciado. Ironías de Cuba: fue un gringo con genio. No un cubano entregando su vida a una patria casi muerta y asfixiada, adocenados por Fidel, pero sin talento alguno… Volveré al tema.

Jesus R. Cedillo

Escritor y periodista saltillense. Ha publicado en los principales diarios y revistas de México. Ganador de siete premios de periodismo cultural de la UAdeC en diversos géneros periodísticos.