Homenaje a Karla Leticia de la Fuente de Garza

Homenajes
/ 19 diciembre 2023

“HOY ES UN DÍA MARAVILLOSO”, gritaba yo, tradición matutina al despertar a mis hijos... “Y HAY QUE VIVIRLO CON ALEGRÍA”, replicaban ellos al unísono, y HOY no es la excepción. Hoy es un día Maravilloso.
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Dios pasó por nuestra casa, abrazó a Karla y la tomó para sí. Terminó su misión en la tierra, nada fácil; compleja y sufrida, sin desestimar ninguna otra. Le dio una vida plena y la coronó con la agonía de una enfermedad humanamente inaceptable e incomprensible. Dios no le dio el milagro; tampoco, por más que hicimos, dimos con la cura, porque no la hay. No he tenido más dolor y sufrimiento en mi vida que acompañarla sus últimos momentos, vigilando su día y transitando la oscuridad de sus noches, viendo el perfil de su cara, gestos de paz y mirada profunda; de repente inquietud y desesperación, como queriendo liberarse de esa esclavitud. 23 meses de su diagnóstico, noches enteras sin dormir y casi sin necesidad de alarmas para atenderla, pendiente de su corazón y su aliento, captando el menor momento de lucidez para arrodillarme ante ella y decirle que todo estaba bien, que todos estábamos con ella; que tenía tanto o más miedo que ella, pero que Dios estaba ahí con nosotros y nos acompañaba en todo momento.

Hoy dedico este homenaje a Karla como un reconocimiento a lo que ella fue en vida, a la persona maravillosa que Dios me dio para formar esta hermosa familia con Daniel, Juan Carlos y Diego. Queremos que Karla sea un referente importante para comprender y disfrutar la vida, y ahora también para aceptar la muerte cuando ésta llegue. Hoy, mañana o pasado, nunca sabremos.

Su enfermedad y su partida se asemejaron a un período otoñal, cuando el susurro del viento va despojando lentamente las hojas de los árboles hasta quedarse sin ellas por completo. El mal fue arrancando lentamente, despacio y sin pausa, la fuerza de todo su cuerpo y éste se fue entregando a la muerte, marchitándose con prisa pero al mismo tiempo con bondad, porque ese doloroso proceso nunca pudo quitarle su sonrisa. Luchó mil batallas por dentro con mil sonrisas por fuera. Las hojas otoñales fueron cayendo y formaron una alfombra que preparó su camino, el invierno pasó rápido y ahora ella vive en eterna primavera.

Se habla de las etapas del duelo y en el caso de Karla el nuestro comenzó en abril del 2018, hace apenas dos años, con el diagnóstico de su enfermedad, estando mis hijos y yo con ella, cimentados firmes y sólidos como familia. Vinieron entonces el shock, la negación, el miedo, el enojo, la negociación con Dios, la depresión, la resignación, la aceptación, el buscar el sentido de lo que estaba pasando. Vivimos toda su enfermedad como un duelo, eso nos permitió hacer lo que pocos pueden o quieren: tuvimos tiempo de hablar y perdonarnos; ella tuvo tiempo de poner su corazón y su alma al día. Hicimos las paces con los vivos y a ellos les dimos amistad y cariño. Hablamos con quien teníamos que hablar y pedimos perdón, nos lo dieran de regreso o no eso no importa, porque el verdadero perdón está en los hechos y acciones y no en las lágrimas y palabras. Llamamos, abrazamos y dijimos a todos que los queremos y los amamos, ahora ella lo seguirá haciendo a través mío y de mis hijos. Karla no se merecía esto, pero fue ella, mi Santa, la persona que Dios escogió. Ojalá su dolor y muerte ayude a todos a valorar, no las cosas más importantes, sino lo único importante. Escribió alguien: “Se nos olvida que la vida es un ratito, que las personas no son eternas y las oportunidades se acaban”. Digan, hagan y quieran todo lo que puedan hoy, porque tal vez mañana ya no puedan”.

Visitamos a quienes pudimos y permitimos que visitaran a Karla quienes así lo desearan, a pesar de su estado, eso le daba ánimos y aliento para hacer llevaderos sus días. Cuando estaba un poco mejor, y aún con la enfermedad, orquestó viajes en familia, porque si algo le gustaba hacer a ella era viajar y lo hicimos cuanto pudimos. No hacía falta mucha programación, a la menor oportunidad o invitación nos íbamos, nos quedamos con muchos recuerdos y alegrías. Solo al final, cuando los cuidados de su cuerpo fueron más demandantes, tuvimos que parar y vivir un día a la vez, y sólo entonces dijo: “ya tengo que quedarme quieta y aceptar mi realidad”, y también: “sé que voy a morir en cama, pero no quiero vivir en ella”.

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Hoy, mismo día 12, siendo sábado hace 23 años, cerca del mediodía, hicimos nuestra entrada por el camino central al altar de la Capilla del Santo Cristo. Radiante como siempre, ella lució su vestido blanco de bodas. Por decisión propia iniciamos nuestra aventura y el 31 de marzo de este año, por voluntad de Dios, la despedimos, con su alma purificada y reluciente como entonces, y se fue por ese mismo sendero principal donde sólo pueden andar las almas grandes como ella. Un día, saliendo de misa de nuestra parroquia San José y caminando por los jardines de mi casa paterna, en la Quinta Anáhuac, mamá nos dijo, seria, pero a la vez con un dejo de broma: “Nada más quiero que sepan antes de casarse, que aquí no se aceptan devoluciones, así que, Karla, conócelo bien”. No les puedo asegurar que me haya conocido bien en aquel momento, tan solo fueron nueve meses de noviazgo; pero al cabo de los años y de esta enfermedad, creo que no se equivocó y que como matrimonio nos cumplimos. Nunca fui el marido perfecto. Siempre le estaré agradecido por todo el amor que me dio. Pero como dije en la boda, en las buenas y en las malas, en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad estuvimos juntos, hasta que la muerte nos separó. Dios me dio la dicha y la fortaleza de acompañarla hasta su último suspiro y su último latido y eso es una bendición para mí. Me siento plenamente satisfecho y con mi alma en paz por haber cuidado y velado su bienestar y asegurarle un bien morir. Sé que eso necesitaba ella por todo lo que había sufrido.

Admiración total a Karla. Su seguridad, su firmeza, su integridad, su independencia, su mirada decidida siempre en hacer y construir algo más. Tuvo dedicación entera a los hijos además de sus proyectos y metas de trabajo y supo rodearse de amistades correctas. Mientras estuvo sana nunca fue conformista, y aún con las limitaciones físicas y operativas hizo lo que pudo, hasta que fueron creciendo y afectaron su actuar, pero jamás su pensar.

Nuestro núcleo familiar fue lo más importante para ella y la enfermedad terminó de consolidar nuestra fortaleza. ¡Quién no ha tenido problemas y diferencias en casa! En nuestro caso fue ella, quien con inteligencia, voluntad, decisión y sobre todo amor, fortaleció nuestro matrimonio. Cual castillo en la historia defendimos nuestra familia; Dios y la verdad siempre han sido nuestro escudo y por eso aquí estamos, mis tres hijos y yo, a su lado. Karla se fue tranquila, segura de que sus hijos, su gran preocupación, estarán bien, pues los deja en la flor de la juventud. Jamás los abandonaré. Seguiremos el camino que ella nos marque, será nuestra guía, nuestra estrella, porque nos dejó el ejemplo del amor de familia que une y no divide, el amor de madre que se entrega en prioridad a sus hijos y de esposa que ama y es fiel. Nos dejó el ejemplo de sus valores y del trabajo, porque a sus proyectos siempre les inyectó vida, alma y corazón.

Karla, segura de sí misma, siempre quiso sentirse libre y sin ataduras: finalmente ahora lo es, ahora vuela y muy alto. Esta enfermedad fue una condena a muerte y la encarceló en su cuerpo, pero ella logró vencer con altitud de miras ese final temeroso. Inquieta como lo fue, nada la limitaba. Puede llamarse mala suerte su enfermedad pero también supusimos el origen teniendo su corazón lastimado, y ante todo ello, impuso su carácter aún a riesgo de quedarse sola. Apostó fuerte al futuro, siempre con fe y su mejor esfuerzo... y la ruleta no le favoreció con mucho ánimo, vivió lo que le quedaba. Fue una mujer grande, pero no agrandada, humilde pero no sumisa. Nunca traicionó la confianza de nadie, odió la mentira y la falsedad, siempre trató de curar las heridas. Un gran ejercicio de madurez, sencillez y responsabilidad le permitió relativizar las cosas y al final dejó de luchar y puso todo en manos de Dios. Con coraje y resiliencia vivió su padecimiento físico. Fue inspiración y ejemplo para muchas personas que reconocemos en ella la actitud para seguir adelante y no rendirse. Karla dejó el mundo y dejó huella. La muerte, un instante, nos indica que el cuerpo es pasajero; el pensamiento, el recuerdo y las vivencias se quedan dentro de cada uno. Buenos méritos hizo para permanecer en el recuerdo de nosotros y ésa es la mejor posibilidad de que su vida siga presente después de la muerte. Mis hijos y yo llevamos el alma cincelada por ella, con su corazón vivo en cada palpitar del nuestro.

Qué si tuvo miedo a la muerte, claro, como tú, como yo. Cuando le preguntaban cómo estás, respondía que bien, porque pocas personas toleran la verdad; ella sufría y sufrió mucho, física y emocionalmente. Claro que le teníamos mucho miedo al inevitable momento de su partida. A quienes vivimos muy cerca de ella, nos brotaron sentimientos encontrados: tristes porque nos acostumbramos a tenerla, pero al mismo tiempo felices porque ya no sufre. Karla ha vuelto a la vida, porque lo que vivía ya no era vida. No nos lamentamos de su muerte, nos alegramos por su vida, y ése es el sentido de este homenaje, un RE NACIMIENTO, porque eso es precisamente lo que celebramos, volver a nacer en una vida renovada.

La mayoría de este escrito lo hice tiempo atrás. Hoy, a meses pasados de su partida, quiero que sepan que la amo, la respeto y la valoro mucho, pero mucho más. Hoy, pasada su muerte y reviviendo todos los momentos físicos y sufrimientos emocionales que ella vivió, no dejo de rendirle admiración al mujerón que Dios me dio por esposa. Karla era Karla, única, original, segura de sí misma. Qué temple, qué carácter, qué fuerte fue ella para atreverse a vivir de esa manera. Dudo que muchos de nosotros, y me incluyo, hubiéramos podido hacerlo. El sólo hecho de acordarme lo que para ella representaba en su estado moverla, o viajar, o ayudarla a pararse de la silla o de la cama... el ir perdiendo poco a poco todas sus habilidades físico motoras.... Ir perdiendo y finalmente perder la capacidad de comunicarse hasta con su computadora porque el parpadeo de sus ojos ya no le daba.... Ese acompañamiento en muchos casos de silencio y soledad... ese saber que a pesar de todo ella estaba plenamente consciente..... sólo de pensar todo eso duele muchísimo, porque es un revivir y traer los momentos al presente, y más que dolor es un reconocimiento a esa mujer guerrera, que si bien no pudo arrancarle horas a Dios, las que le dio las vivió con intensidad día a día.

Karla fue mi mejor amiga, mi compañera, mi esposa, mi esquina, mi sueño, la compañera de mis mayores alegrías y de muchas batallas. Fuimos complemento el uno para el otro. Me cuidó, me protegió, me defendió aún a costa de su vida. Sensible y tierna cuando debía ser; firme y de carácter, de bastante carácter.

Karla y yo fuimos siempre convencidos que la amistad es un don. La situación nos hizo tomar distancia física, pero nunca afectiva. Ella vivió grandes momentos con grandes amigas y amigos, ahí encontró amistad y complicidad. En este homenaje sé que cuento espiritualmente a muchos de los tantos amigos con los que Dios nos ha bendecido, grandes seres que nos apoyaron de muchas maneras y que lamentablemente las circunstancias hacen que no estén presentes. Mis hijos y yo deseamos agradecer las abundantes muestras de amor, de cariño y apoyo de siempre, y más durante estos últimos años. Gracias por todas sus ayudas y apoyos. Gracias por las flores reales que enviaron en vida o bien simbolizadas en una llamada, una visita, un mensaje, una palabra, un comentario por Facebook o por WhatsApp, un detalle, una invitación o una atención a alguno de nosotros. Gracias también a todos aquellos que sin ser tan cercanos siempre buscaron maneras de mandarnos señales positivas y de aliento.

A los papás de Karla les aseguro, como a mis hijos y a muchos les consta, que estando yo a su lado recibió todo el apoyo que necesitaba para sentirse amada, querida y reconocida y que siempre se cumplió su voluntad; y también les digo: MISIÓN CUMPLIDA. Me la entregaron en la Iglesia para hacerla feliz y cuidarla y me siento pleno y satisfecho de haber hecho y dado todo lo que estuvo a mi alcance, sobre todo mi vida. Ahora continuaré hombro a hombro con los hijos que Dios nos dio para que sigan siendo hombres de bien y ejemplos de ella.

Gracias a mi familia, a mi mamá, hermanos, cuñados y parientes por todo el amor, calidez y cariño que le dieron y que ella siempre reconoció y agradeció. Su solidaridad espiritual y humana en los momentos más difíciles que la vida nos puso antes y durante la enfermedad, quedó manifiesta. Recibió mucho amor, quizá mucho más de quien menos lo esperaba.

A las tías, tíos y primos de Karla por ambos apellidos, mil gracias por quererla y amarla. Estoy seguro que, aunque su sueño no se cumplió en vida, al menos hoy, desde el cielo, ella celebra que estén todos unidos espiritualmente por y con ella.

Mención y agradecimiento especial merece Doña Mary. Ella nos apoyó en trabajos y cuidado de hijos y casa prácticamente desde el inicio de nuestro matrimonio. Usted conoció, protegió, cuidó y consoló a Karla siempre, y con dedicación maternal, desde su diagnóstico. Usted suplió muchas ausencias en su vida y sabe perfectamente el afecto que le tenía y el que le tenemos mis hijos y yo a usted y los suyos. Muchas gracias.

Amigos y familia: Aprovechemos el dolor que tenemos. Daremos sentido a la ausencia de Karla si con su testimonio hace que cada uno de nosotros valore lo más sencillo de la vida, como es mover un dedo. A partir de tomar conciencia de ello, de lo valioso que es poder mover una parte de nuestro cuerpo, valoremos más y vivamos mejor, quejémonos menos y agradezcamos más, perdonemos de corazón y no odiemos, demos gracias a Dios por los talentos y dones, entonces así, y sólo así, habrá valido la pena su enfermedad, su dolor y su muerte. Démosle más importancia al ser, vivir y convivir que al tener. En vida, hermano, en vida, que al final, inevitablemente, ustedes y yo estaremos ahí, en una caja.

Si bien no dudo que la familia y los amigos estarán para ayudarme en este gran compromiso que Karla me ha dejado, les pido a los padrinos de mis hijos que no los dejen solos. Frecuéntenlos, búsquenlos, llámenlos, por algo fueron elegidos; ahora más que nunca necesitarán su presencia, abrazos, consejos y guía.

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Karla y yo platicamos y ella decidió en vida cómo sería su funeral. Fue aquí, ella decidió que aquí fuera el homenaje a su vida y aquí mismo reposar. Aquí ella vive su Re Nacimiento a un mejor estado. Dios sigue teniendo la última palabra, sin duda. El COVID se encargó de movernos la rutina de vida y no pudiéramos hacer todo exactamente como quiso. El momento de su muerte y el no haber podido participar públicamente entonces de alguna ceremonia, nos permitió a mis hijos y a mí celebrar solos su partida. Pudimos hacer aquella ceremonia en casa, que algunos nos acompañaron por facetime; una ceremonia sencilla, íntima, sin distractores. La teníamos a ella sola para nosotros y así la tuvimos en un bello altar en casa, hasta el día de hoy que damos cumplimiento a su voluntad.

Karla se fue y yo no tengo nada de Ella...

Les he pedido a mis hijos que cuando quiera tenerla y sentirla físicamente, me permitan abrazarlos fuertemente, sin reparos. Ellos son la mitad de ellam abrazarlos es lo más cercano a sentirla viva. Hoy en día eso y el silencio es el idioma en que se comunica.

Karla: tus hijos y yo estaremos bien. Te seguiremos amando cada instante. Dios te bendiga, Viejita mía, hasta el infinito y más allá. Te amo,

Tu esposo,

Daniel

Escrito por Daniel M. Garza Ortiz de Montellano

Siempre, y más al final de la vida, nos cantábamos al oído y ella me dedicaba la canción de Camilo Sesto, que dice: “El amor de mi vida has sido tú, el amor de mi vida sigues siendo tú.

INVITADOS A HONRAR LA VIDA DE KARLA L. DE LA FUENTE DE GARZA

Domingo 12 de Julio del 2020

11:00 horas Acto religioso para familiares (invitación)

12:00 a 13:00 horas Caravana para dar el pésame desde los vehículos

por el pórtico principal de Capillas Renacimiento

Blvd. Nazario Ortiz 3898, Nueva España, 25210 Saltillo, Coah.

(NO ENVIAR FLORES)

Carlos Ruiz
por
Jefe de información en Saltillo360.
Historias 360