La Escuela de Música Héctor Barrientos cumple tres años en Saltillo y por ella han pasado alrededor de 100 alumnos, comenta Rebeca Jiménez Treviño quien colabora en la parte administrativa. Sus docentes recomiendan iniciar entre los 5 y 6 años para aprovechar mejor la formación. El modelo es integral: clase individual de instrumento más solfeo, apreciación musical, coro y orquesta. Los horarios son flexibles —lunes a jueves de 15:00 a 20:00 y sábados de 9:00 a 14:00— y la oferta incluye violín, viola, cello, piano, guitarra (acústica y eléctrica), flauta, clarinete y batería; si alguien pide otro, consiguen al maestro adecuado.
ESCUELA DE MÚSICA HÉCTOR BARRIENTOS: UNA INSTITUCIÓN QUE FORMA CARÁCTER Y COMUNIDAD

En un contexto marcado por la inmediatez, la saturación de actividades y el bombardeo constante de contenidos, aún hay espacios que, desde las artes, ofrecen a las nuevas generaciones herramientas para resistir, enfocarse y formarse con paciencia.

“Somos escuela, no guardería ni solo ‘academia’ ”, resalta el maestro Harold Ricardo Corella, director de la orquesta. Lo que busca la institución es que los alumnos no solo se aprendan una pieza, sino que vivan el ciclo completo: estudio en casa, clase individual, teoría, escucha, ensamble y escenario. “Eso forma concentración, trabajo en equipo, constancia y resiliencia”, explica. Y agrega: “a muchos quizá no les toque ser músicos profesionales, pero sí serán jóvenes capaces de enfrentar una carrera universitaria sin miedo al sacrificio ni a la frustración”.
Rebeca lo ve desde otro ángulo: en México muchos deciden ser músicos hasta los 16 o 18 años y “agarran por primera vez un violín”. Aquí buscan lo contrario: empezar temprano, con método propio (inspirado en el cubano Héctor Barrientos) y un entorno que atrapa por gusto. “A veces no se quieren ir; se quedan a coro, a orquesta o hasta a hacer tarea”, cuenta.

Ese ambiente de comunidad lo confirma Corella: las niñas y niños conviven con otros instrumentos, escuchan lo que ensaya el compañero, aceptan correcciones y aprenden a “bajar la soberbia y subir la escucha”. En tiempos de inmediatez y redes, insiste, lo valioso es entender que lo que no sale hoy, saldrá con práctica mañana.
En esa lógica, María Ángel López Jiménez, alumna de violín y piano, reconoce que el proceso reta, pero vale la pena: “cuando ya entiendes, lo disfrutas más”. Hoy practica dos horas diarias y cuando la carga escolar la abruma, se refugia en el piano con piezas nuevas. Su consejo para otros jóvenes es insistir. Su modelo a seguir es Lindsey Stirling, y como ella ya se imagina en escenarios grandes.

La escuela también busca que el esfuerzo no se convierta en agobio. Corella advierte que muchos padres saturan a los niños con actividades: “un niño con basket, natación, tochito, violín y kumon una hora cada uno no concentra su talento en nada”. Su recomendación es elegir dos frentes bien hechos —un deporte y un arte— y permitir tiempo libre. La familia, cuando acompaña, multiplica: hay mamás que entraron a violín porque sus hijos van a piano; papás a guitarra mientras sus niñas a flauta.

El resultado se ve en los hábitos y en pequeñas escenas que rebasan el aula. Corella narra que las familias envían videos donde los alumnos tocan en casa sin que nadie los obligue: cumpleaños de abuelos con “Las Mañanitas” al violín, reuniones donde un niño sorprende al ejecutar una pieza aprendida solo. “Esa es la satisfacción mayor —dice—: que ya no nos necesiten, que puedan leer, estudiar y tocar por sí mismos”.
Además, la música se convierte en herramienta de salud emocional. El maestro reconoce que hoy muchas infancias se frustran con facilidad y que la práctica diaria los enseña a resistir: “cuando algo no sale, lo intentas otra vez, insistes y descubres que con constancia el resultado llega”. Esa lección, añade, va más allá del arte: prepara a los niños para enfrentar cualquier reto académico o personal con paciencia y enfoque.
La música aquí no es un adorno extracurricular: es un entrenamiento de carácter con partitura. Y aunque mañana decidan o no ser artistas, el método ya quedó en sus manos. Como dice María Ángel, “se nota cuando por fin suena... y lo disfrutas más”.