¡AY, MI VERACRUZ!

Unos de los placeres de la vida son, sin duda, la comida y la bebida. Los alimentos dejaron de ser mero sustento cuando aparecieron los chefs y sus dotes alquímicas; a un bisonte lo convirtieron en lo que hoy es: un platillo de la civilización. Alimento de los humanos que tenemos lenguaje, poesía y cocina. No los changos, las hormigas, delfines, perros o gatos, que ahora se dice son “inteligentes”. En fin. Polémica para mí, muy antigua y zanjada. 

El problema es eso, nadie lee, ni se prepara. Ya lo decía Platón en su libro señero, que sigue influyendo a todo mundo (bueno, todos lo citan sin leerlo, pues). En su mundo ideal, “La República”, había dos oficios de los cuales Platón decía, a la gente de poder, había que cuidarse: los cocineros y los poetas. Estaban excluidos del mundo ideal por un motivo: somos peligrosos para la mediocridad compartida y la gente debe cuidarse de uno. 

Voy releyendo a un poeta y su poesía (en el sentido etimológico de la palabra, el creador y su creación), al maestro Emilio Carballido (✝). Usted lo recuerda por ser el patriarca del teatro contemporáneo en México. Sin duda, usted ha visto los montajes de sus obras, entre las más destacadas: “Rosalba y los llaveros”, “Te juro, Juana, que tengo ganas”, “Rosa de dos aromas”. Pero juro que usted poco sabe o ha leído de su producción narrativa. Igual que yo. Tengo una sola de sus novelas, de varias que tiene: “El Norte”; para mi desgracia, no tengo la fecha de su primera edición (debe de ser por la década de los años 50 o 60 del siglo pasado).

Era cuando había teatro, orquestas, público y cantantes en vivo en la radio: una maravilla. La novela “El Norte” la he releído por puro placer. Es una cosa genial. Y me ha maravillado como la primera vez. Pero hoy la he releído en arista o clave de gastronomía. A reserva de presentarle otro texto, lea usted a vuela pluma varias citas del libro, el cual se traslada de la Ciudad de México al puerto de Veracruz. Básicamente hay tres personajes: Aristeo (joven), Isabel (mujer muy joven, viuda y millonaria) y un marinero que se cree escritor, Max (tal vez homosexual). Lea:

“Era la tercera vez que estaba con Max. La primera, en la playa, y después habían comido juntos. Los había llevado a una fonda cochambrosa, de bancas corridas, donde la comida, dijo, era excelente. Les dieron una sopa de pescado llena de escamas que se pegaban al paladar; después, unos pulpos que sí eran muy buenos”. 

“Cenaron en la cama, ella con una bata, él desnudo. Llenaron todo de migas y tuvieron que sacudir las sábanas y volver a tenderlas”.

“Tomaban café con leche en los portales de ‘La Parroquia’… (Max les dijo a Aristeo e Isabel) ¡Café con leche! ¿Qué están haciendo aquí? Vengan, les voy a invitar algo… Los llevó al otro lado de la plaza a una cantina ruidosa… Pidió al mesero tres ‘mint-julep’… hay dos ciudades en el mundo para tomar ‘mint-julep’: Nueva Orleans y Veracruz. ¿Y qué bebida es esa?, preguntó Isabel…”

“Isabel se sintió soñolienta. Era el alcohol. Estaba muy a gusto, no le hacía falta nadie. Se puso de pie”.

Gran, gran novela donde hay de todo: bebida, gastronomía, sexo, pederastia, violencia de género (en contra del varón, no de la señorita), lecturas, cine, radio… en fin, eso llamado vida real.

Jesús R. Cedillo

Columna: Contraesquina / Salpicón Jesús R. Cedillo nació en Saltillo, Coahuila en 1965. Escritor y periodista. Ha publicado en los principales diarios y revistas de la república Mexicana. Ha publicado varios libros de poemas entre ellos: Sometimiento al relámpago (CNCA. Con dos ediciones, 1993 y 2001) y Alabanza de los frutos (Verdehalago, 2000). Ha obtenido siete Premios de Periodismo cultural de la UA de C en diversos géneros periodísticos. Su trabajo ensayístico está antologado en volúmenes editados en la capital de la república. Actualmente tiene en preparación el volumen de ensayos: Las formas del fuego y el libro de poemas, El Libro de los Reinos. Se dedica al periodismo y la literatura de tiempo completo. Cursa estudios de teología.