SABINES Y LA GASTRONOMÍA (2)

¿Quién lo dijo? Creo recordar, Umberto Eco: toda la literatura siempre habla de gastronomía. O algo parecido, la cita textual no la guardo en el arcón de mi precaria memoria, pero es verdad. Es realidad tangible y palpable, como un buen cordero a la menta, un vino tinto (de preferencia Chianti, mi favorito), unas quesadillas, un pato a la naranja, unas aceitunas… En fin. Los placeres de la gastronomía (fruto de la civilización) no tienen fin. 

La comida, la gastronomía es fruto de la inteligencia, pasión y creatividad de los humanos. El comer para sobrevivir es cosa y llamado de la naturaleza y los animales. El poeta mexicano Jaime Sabines (1926-1999) lo sabía, por eso de sus versos siguientes: “Los caracoles estaban exquisitos. Ahora danzan silenciosamente en las secreciones biliares y continúan, serenos y confiados, por el camino de la resurrección”.

Usted y yo lo hemos explorado antes en este generoso espacio: la comida y la bebida no pocas veces tienen su símil o su vocación al emparentarlas con la mujer amada. Comida, bebida y mujer son una sola carne. Y, claro, sin faltar la literatura y la música. Escribe el poeta chiapaneco: “Con esta misma mano con que escribo / me he llevado en este momento el pan a la boca / y he olido que mi mano huele, reciente, / y ese doloroso olor del sexo femenino / que hasta las vírgenes no resiste a las horas. / He comido mi pan con olor / mientras pensaba y pienso que entre tú y yo hay / alambradas…” 

Le recuerdo la ficha del libro donde estamos leyendo al poeta en clave gastronómica: “Recuento de poemas 1950-1993”. Los jóvenes de hoy, como se les denominen o como ellos mismos se definan o autodefinan, son una generación perdida. Todo lo conocen a través de la pantalla plana de su celular “inteligente”, lo que eso signifique. Si usted va al súper más cercano, por lo general, los cajeros son muchachos jóvenes que no tuvieron “cabeza” para terminar sus estudios. En dichos súper, los contratan únicamente porque tienen dos manos para estar “pasando” los productos por el lector de códigos y barras. 

Pero, si usted toma un manojo de ruda, un manojo de menta, un atado de epazote e incluso una fruta digamos, exótica, como un delicioso kiwi, los pobres muchachos afásicos y alambicados, no tienen la más mínima idea de cómo se llaman dichas yerbas y frutos. Haga la prueba. Pero eran otros tiempos, buenos y gratos tiempos cuando cualquier humano, como un poeta, como Jaime Sabines, se asombraba de lo siguiente en la ciudad…

“Tranvías, autobuses, camiones, gentes en bicicleta y a pie, carritos de colores, vendedores ambulantes, panaderos, ollas de tamales, parrillas de plátanos horneados…” Caray, un mundo vivo ya extinto.

Jesus R. Cedillo

Escritor y periodista saltillense. Ha publicado en los principales diarios y revistas de México. Ganador de siete premios de periodismo cultural de la UAdeC en diversos géneros periodísticos.