Entre el mito y la realidad. ¿Mito o realidad? Depositamos en bebidas, pócimas, plantas y comidas todo tipo de magia, supersticiones y creencias. Si hay plantas que curan, pues hay plantas que matan. Si hay plantas y pócimas que te matan, hay plantas que te ayudan lo mismo al placer (afrodisíacas) que a, incluso, concebir como mujer, embarazarse, tener hijos. ¿Lo duda? Abundan en la literatura universal, en la biología y, claro, en la misma Biblia.
La cualidad de ser afrodisíaco viene, usted lo sabe buen lector, de Afrodita (diosa griega del amor). Esta cualidad o motivo tiene que ver con el azuzamiento del placer sexual, motor de la vida del ser humano desde que la historia y la razón son historia y razón. Se buscan, entonces, de manera mágica si usted quiere, bebidas, ungüentos, alimentos, comidas, pócimas y filtros lo mismo para atraer al sexo opuesto que para levitar y/o aguantar lo más posible (retardarlo hasta el paroxismo) ese placer que jamás aburre: el sexo. Ojo: dije sexo, no amor.
Coincido con el mago de Aracataca, Colombia, Gabriel García Márquez, quien en su libro “Memoria de mis putas tristes” dejó el siguiente aforismo tatuado a fuego lento en nuestra piel: “El sexo es el consuelo que a uno le queda cuando no le alcanza para el amor”. Pues sí, cuando no nos alcanza para el amor solo queda la búsqueda de la eternidad a través de los placeres de la carne y dichos goces, no pocas veces y también, nos rehúyen, nos sacan la vuelta.
¿Cómo convocarlos? A través de pócimas, alimentos, bebidas afrodisíacas, las cuales, entre el mito y la realidad, solemos creer que potencializan nuestro atractivo (la sexualidad), están ligados a la fertilidad o de plano, y en el mejor de los casos, bien utilizadas (bebidas y alimentos) nos hacen atractivos(as) al sexo opuesto.
Afrodita es poderosa, tan poderosa que las bebidas con su nombre, se cree, tienen sus atributos. El divino Homero la señala en uno de sus cantos como la responsable de poner tal cantidad de deseo en fieras, hombres y dioses, que hizo extraviar la razón al mismísimo Zeus. Nada menos. La idea de pócimas y bebidas “energizantes” o, de plano, con propiedades afrodisíacas, y lo mismo en alimentos, es un mito arraigado en todas las culturas. Tan afincado está que hasta en la Biblia viene y se le deletrea en varias ocasiones. Va un rápido ejemplo: hay un hombre tramposo en los inicios de la Biblia, en el Génesis, es Jacob. La Biblia lo describe como ambicioso y voraz.
“Me ha suplantado dos veces, se apoderó de mi primogenitura y he aquí, ahora ha tomado mi bendición” (Génesis 27:36), reniega el pobre de Esaú. Pues bien, sin ahondar en la personalidad del estafador de Jacob, este tuvo varias mujeres, entre ellas a Raquel, la cual era de “lindo semblante y de hermoso parecer” (29:17). Pues sí, era linda la muchacha, pero no podía tener hijos. ¿Cómo engendrar? Pues recurriendo a sustancias maravillosas. En este caso, Raquel no pidió, no, sino que exigió mandrágoras, las cuales fueron recogidas en el campo en el tiempo de la siega de los trigos. ¿Sabe qué pasó? Que sí tuvo hijo (Génesis 30:14-24). ¿Fue Dios o las mandrágoras?
Regresaré con dos textos más, lo anterior es como un liminar, ya que al releer “Alicia en el país de las maravillas” todo, todo gira en torno a pócimas, hongos, comidas y bebidas alucinógenas.