MÚSICA

Vivimos inmersos en la música. A donde vayamos descubrimos todo tipo de tonos musicales: en la calle, en los bancos, mientras manejamos, en el trabajo, en la casa. Cuando llamamos por teléfono, casi siempre suena una melodía de fondo. Subimos en el elevador o hacemos las compras con un obstinado saxofón rezumbando en el aire. Hay música para todas las ocasiones: para descansar o hacer ejercicio; para bailar o pensar; música alocada, religiosa, serena, etc. En fin, casi podemos esperar que cuando vayamos al cielo −y espero que todos nos encontremos ahí−, lo primero que nos reciba sean las notas angelicales del coro celestial con un aleluya polifónico.

Pero aunque esta musa es, como la describió el maestro José Luis Perales, «eterna compañera para la soledad», casi no nos damos cuenta del influjo que ejerce sobre nosotros. Laura Pausini no se cansó de cantar que era la fuerza en su vida y Andrea Bocelli que vivía por ella. En cuanto a mi vida, la música ha jugado un papel muy importante; y en la tuya, ¿qué papel ha jugado?

Para muchas personas la música posee un vigor que le da algo de sentido a sus vidas, mientras que para otras puede ser causa de perdición. En ella es posible encontrar a una compañera de camino y aprender mucho de sus letras como, por ejemplo, a elegir lo que realmente vale la pena –aunque no siempre sea empresa fácil–, o bien a caminar o correr por la senda que lleve a una existencia plena. Pero también hay quien se deja llevar por ella como si se tratara del tintineo de una campana que llama siempre a lo fácil y poco valioso… el canto de las sirenas que llaman a algo atrayente, pero mortal.

¿Por qué estas líneas? ¿Qué hace un sacerdote escribiendo sobre la música? Porque hay gente que piensa que la música es sólo ritmo y que no influye para nada en nuestro modo de pensar y actuar. Que un reguetón, por ejemplo, es tan inofensivo que una niña de 7 años puede estar cantando todas las letras de Bad Bunny, Maluma y demás compañeros como si se tratase de las tablas de multiplicar. Mi experiencia me dice que la verdad es muy diferente. Me doy cuenta -primero por lo que yo observo en mi vida- que la música es parte de nuestro caminar y que influye muchísimo en nuestros estados de ánimo; y, por ende, en nuestra existencia.

Y aclaro que me encanta la música y que en mis playlists ustedes encontrarán de todo: desde Morat hasta Imagine Dragons, de Taylor Swift a Beret, pasando por Coldplay, Sebastián Yatra, Ed Sheeran o The Jonas Brothers… y hasta algunas canciones de Lady Gaga, Cali y el Dandee o Emminem.

Mi punto es darle a este arte el peso que se debe y saber aprovecharla para ser mejor persona: elevar el alma y el corazón hacia esa belleza que te envuelve y te hace mirar lo Eterno y erradicar lo superficial. En fin, quiero que estas líneas sean mi propio cántico. Deseo manifestar así mi admiración por lo que la música me ha dado y he sabido aprovechar de ella. Me ha acompañado en varios períodos de mi vida, en donde hay melodías que hacen de soundtrack para cada circunstancia. Después de todo, mucho le debo a la música por todos esos momentos en que puedo ejecutar melodías delante de un piano, olvidando las preocupaciones y conectando mi corazón con lo bello y con Dios.