JESÚS R. CEDILLO: EL AGUA, ELEMENTO BÁSICO Y VITAL PARA NUESTRA VIDA

Llegaron por fin las lluvias al norte de México. El clima ha cambiado, nosotros hemos cambiado. El mundo ha cambiado y mutado. En mi caso, y es juicio personal, no para bien. Por fin llegaron las lluvias a mitigar nuestra sed ancestral. En los vecinos regios, la falta de agua, su pésima planeación, almacenamiento y distribución este año hicieron estragos. Se convirtió en una emergencia humanitaria. 

Pero, en fin, así son los regios: no son tapatíos ni defeños (siempre los imitan), menos son gringos, aunque en San Pedro celebran el “Día de Acción de Gracias” y olvidan la Independencia de México y la Revolución Mexicana. Para su desgracia, dejaron de ser norteños, orgullo norteño, y se avinagran en sus redes sociales porque son monotemáticos: ver solo soccer y definirse en familia: si son Tigres o Rayados. El costo es brutal. 

En el norte de México ya todo el tiempo es verano y siempre es mediodía. Cuando el calor brutal sofoca los sentidos y el escaso aire disponible gime en las bocacalles, se agolpa en las plazas solitarias y lame la cola de perros asfixiados y flemáticos en su propio gemido lastimero. El sol jurado y preñado de espanto, el cual marca siempre y todo el día, al menos ya 10 meses del año, a 33 grados en Saltillo y 40 y tantos en Monterrey, por fin se ha remojado un poco. Una bendición.

Lo anterior, el agua y su poder benefactor, viene a cuento por lo siguiente. Leo un opúsculo, tan enjuto de páginas como yo de carnes: “Bebidas y excitantes” de un autor el cual lo quiso escribir todo. Era partidario de un proyecto tan rudo, audaz y bello como imposible: escribir la “Historia total”. Su nombre es Fernand Braudel, del cual, y para mi desgracia, apenas estoy haciendo acopio de sus volúmenes elefantiásicos. 

En este pequeño volumen, el cual es apenas un breve capítulo de una obra mayor, habla de las bebidas, antiguas y nuevas, las populares y reputadas, las cuales aportan alimento, pero también son estimulantes o excitantes, todas ellas a lo largo de la humanidad. Y el maestro, el historiador de historiadores, tiene razón en su tirada de naipes: para iniciar la historia de las bebidas, las cuales hoy disfrutamos, es necesario “empezar por el agua”.

Se me está acabando el espacio, seguiremos con un texto más o varios, pero ahí le va una reflexión del maestro sobre lo que es o significa el agua, algo básico y vital como el agua, para la cultura milenaria de los chinos: “Los chinos no solo atribuyen al agua virtudes diferentes según su origen: agua de lluvia corriente, agua de lluvia de tormenta (peligrosa), agua de lluvia caída a comienzos de la primavera (benéfica), agua procedente del deshielo del granizo o de la escarcha invernal, agua recogida en la cavernas con estalactitas (suprema medicina), agua de río, agua de manantial…”

Y voy leyendo un dato, un buen dato, el cual, por cierto, el chef de sabor huracanado, Juan Ramón Cárdenas, practica desde hace lustros. Los chinos, como el chef, tienen una medicina secreta: beber una taza de agua caliente, hirviendo de preferencia, diario. ¿Quiere usted tener salud de acero y ser eterno? Hágalo.

Jesus R. Cedillo

Escritor y periodista saltillense. Ha publicado en los principales diarios y revistas de México. Ganador de siete premios de periodismo cultural de la UAdeC en diversos géneros periodísticos.