INCLUSO EN EL SUFRIMIENTO MÁS DURO…

INCLUSO EN EL SUFRIMIENTO MÁS DURO…

En una guerra hay héroes y heroínas. Por un lado, héroes que arriesgan su vida en zonas altamente riesgosas; por otro, heroínas -anónimas tantas veces-, que a muchos kilómetros de distancia, desde sus hogares, viven con el corazón en un puño. Jamás se despegan de la televisión, la radio y la prensa, pues sufren en carne propia el peligro que corren sus seres queridos. Esas heroínas, esposas de los solados, viven con un solo deseo: que su marido vuelva pronto a casa sano y salvo.

No sé cómo le habrán dado a Margheritta Caruso (33 años) la noticia de la muerte de su esposo Giuseppe (caído junto con otros más de 20 carabineros italianos al estallar un coche-bomba frente a su cuartel en Nassiriya, Irak, un 12 de noviembre). No sé si fue una llamada telefónica, una visita personal de un alto mando, una carta… Tampoco imagino cómo explicará Margheritta a su hija María (2 años) que papá no regresará a casa nunca más.

Lo que sí me consta son las palabras que ella pronunció al director de los carabineros, Serafi no Liberati. Se encontraban en el aeropuerto de Ciampino a la espera de la llegada del avión que traía los cuerpos de los difuntos soldados. Ella, mirando a los ojos del oficial, le dijo: «¿Sabe, general, por qué me encuentro serena? Porque Giuseppe murió haciendo lo que siempre había querido hacer, porque ha muerto llevando ayuda a los niños de Nassiriya, a la gente de aquel lejano país. Y por otro lado no es cierto que él se haya ido: hoy lo siento todavía conmigo.

Y es la fe, ciertamente, lo que me sostiene: porque incluso en el sufrimiento más duro, ¡Dios es grande!»

Estas frases, salidas de alguien a quien el dolor no hubiera tocado a su puerta, quizás hubiesen conmovido a los familiares de las víctimas; pero también podrían quedarse como palabras huecas. Sin embargo, dichas por una mujer que acaba de perder a su marido de la manera más trágica e inexplicable, en un atentado terrorista, cobran un peso extraordinario.

Desde antes de este acontecimiento, Margheritta lee todos los días el Evangelio. Es parte de su vida. Hace poco fue a ver al Santo Padre y no encontró mejores versos para llevar a la importante cita que éstos: “Habéis oído: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan” (Mt 5, 43-44).

Hay heroínas en nuestras calles ante quienes deberíamos inclinar la cabeza y quitarnos el sombrero. Realmente, ¡qué pequeño se siente uno ante personas como Margheritta! Esto fue lo que sintió el general Liberati en Ciampino cuando le respondió: «Señora, se lo ruego, dé un poco de fuerza también a los demás». De entre los rostros abatidos en esos días durante los funerales, había uno sereno… el de Margheritta. Y como Ella, ¡cuántas más!, porque incluso en el sufrimiento más duro… ¡Dios es grande!

EL AUTOR

Sacerdote Legionario de Cristo dedicado a la formación y orientación de la juventud saltillense, maestro en el Instituto Alpes-Cumbres en Saltillo

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Juan Antonio Ruiz

Sacerdote Legionario de Cristo dedicado a la formación y orientación de la juventud saltillense, maestro en el Instituto Alpes-Cumbres en Saltillo.