GIOTTO: UN REVOLUCIONARIO DEL TRESCIENTOS

POR ELISA C. DÁVILA

El 15 de abril recién celebramos el Día Internacional del ARTE, que como toda creación humana merece que se le conozca, se viva, se experimente y se estudie. De hecho, la historia nos da la oportunidad de seguir las huellas de hombres y mujeres que han dejado su impronta en el mundo de la creación y la innovación y a los que vale la pena recordar por todo lo que nos han legado, y que se han convertido en parteaguas en el campo de su competencia.

Seleccioné para ti la figura de un gran artista, singular, genial, inquieto, inquisitivo no exento de humor que propició un cambio capital, no solo en el arte, sino que abrió las puertas para toda una nueva concepción filosófica humanista: GIOTTO DI BONDONE (1267-1276? / 1337).

Han pasado seis siglos en los que la lucha contra el paganismo borró de la memoria todo rastro de emoción humana para idealizar las bondades de la vida ultraterrena. El credo judío impuesto para impulsar y establecer el monoteísmo, acotó las representaciones gráficas de cualquier cosa que se considerase pagana o terrenal eludiendo así los razgos personales, el registro de las emociones y afectos lo mismo que las manifestaciones de dolor, entusiasmo, placeres, etc., considerados propios de los gentiles, por lo tanto negados y sustituidos por los valores de una nueva espiritualidad cristiana alejada de todo registro carnal para exaltar los valores y goces de la vida eterna, por lo que la iconografía se limita a escasas y multirrepetidas imágenes del Cristo en majestad divina, poderoso y temible, alejado de todo aquello que lo humanice.

Se han perdido, entonces, en ese largo período de tiempo, los conocimientos básicos de la representación naturalista, la perspectiva, las referencias locales o geográficas, el uso de una amplia gama de colores que exalten los sentidos, que son totalmente obviados y excluidos para acogerse a una severa y limitada paleta. Estado de cosas que el hijo de un humilde labrador florentino, GIOTTO, vino a romper con tal ímpetu en la escena artística, con un espíritu innovador, amor por la naturaleza y su gran calidad narrativa que enriquecieron el lenguaje artístico contando nuevas historias cargadas de pasión y expresividad, sin desprenderse de sus creencias cristianas, pero que analizaban y profundizaban en el alma humana, sus deseos, dolores y sentimientos poblando sus obras de personajes que cobraron vida a través de su registro volumétrico y su innegable humanización, lo que constituiría el fondo para una nueva visión cristiana con un Dios cercano al hombre y este como soberano de la creación.

“El beso de Judas”, 1306

La sensación de peligro, de furia contenida, confusión y enfrentamiento a la que nos asoma GIOTTO en este poderoso fresco, en donde la violencia llena de irracional ira reflejada en la muchedumbre que sigue a los guardias que habrán de prender a Jesús, enfrentados al grupo, no menos enardecido, que acompaña al Nazareno. Es tan brutal como detallada, aquí se personaliza a cada uno de los integrantes del tumulto y se les diferencia con sus características personales, en donde lo mismo patricios que palurdos y vulgares campesinos muestran fiereza y ardor desatado, tanto así que San Pedro (con aureola) ha mutilado la oreja a Malco, criado del Sumo Sacerdote. Jesús, al centro de la composición, recibe mansamente el innoble gesto de la traición, la fatídica caricia que lleva un dardo envenenado y lo acepta en un acto de resignación y humildad. Lanzas, dagas, palos y antorchas potencian el clima amenazante y brutal, y la tensión del momento se acentúa con el vibrante azul, lapislázuli, de la noche que cae y no anuncia nada bueno.

“Resurrección de Cristo”, 1303-1305

Esta segunda imagen que he seleccionado dentro del vasto repertorio de nuestro artista refleja el tiempo que vivimos y que para muchos de nosotros es de dicha plena, de renacimiento, de segundas oportunidades. Registra el momento en el cual JC sale triunfante de su sepulcro envuelto en albas y radiantes vestiduras, que le confieren un aspecto glorioso, triunfal, al tiempo que aleja a María Magdalena con un gesto imperativo, que no admite desobediencia, obligando a la mujer a caer de rodillas ante tan insólita visión.

De nuevo aquí estamos ante el carácter creativo e innovador del artista que para balancear la composición, cuya anterior escena es de gran peso y magnetismo, la equilibra colocando el resto de la historia: dos ángeles que le han abierto el sepulcro y 4 soldados que han caído en un sueño o sopor presas del miedo y de la incredulidad. Acompañan a las figuras rastros de la caverna en las que habría sido sepultado y algunos árboles cuyo follaje se pierde en la penumbra del amanecer que va despejando las tinieblas de la noche.

Ambos pasajes han sido totalmente revitalizados, refrescados con una intensa emotividad laica y humanizante, donde el hombre está siempre presente y los problemas de la vida, aún la espiritual, se representan de manera realista, con profundo sentido naturalista, concreto, tangible, gozoso. Expresión viva y evolutiva… cosa impensable apenas unos cuantos años antes y que ocurrió en el revolucionario trescientos de la mano de GIOTTO.

Carlos Ruiz

Jefe de información en Saltillo360.