La pérdida de un ser querido suele vivirse en silencio. Conteniendo el llanto, escondiendo el dolor y dejando al tiempo la sanación. Pero, a veces, el tiempo no todo lo cura. Y cuando el cuerpo grita, los que contienen son los tanatólogos, quienes están ahí para escuchar.
“Los duelos y las pérdidas duelen, pero el proceso será más llevadero si estamos acompañados”, indicó Eli Cavazos, tanatóloga en la Fundación Milagros de Amor.
Desde esta fundación ubicada en la colonia Latinoamericana de Saltillo, se da apoyo a mujeres, niños y bebés en situaciones vulnerables.
Entre el equipo de apoyo está Eli, que desde la ciencia de la tanatología ayuda a quienes han perdido a sus padres, parejas sentimentales, hijos, amigos, a una persona querida. Eli Cavazos los acompaña, los escucha de manera empática y activa para que la persona pueda sacar de sí lo que le está ahogando.
Eli comenta que el duelo o la pérdida se suele vivir, a veces, de manera silenciosa, porque una de las ideas que se han inculcado es que si le lloras o si sufres, no dejas descansar en paz a la persona que falleció. Y eso es un mito.
“Las personas vienen aquí y me dicen que no han podido llorar, porque no quieren que los vean”. Eli Cavazos explica que no llorar es un gran error, porque el dolor no tiene forma de salir del cuerpo, sino es a través del llanto.
Se ha inculcado que si lloras o sufres, no dejas descansar en paz a la persona y esto es un mito. Foto: Luis Meléndez
“A través de las lágrimas es que expresamos el dolor o sufrimiento. Desde bebés, los niños lloran. No hablan, pero se expresan con el llanto, ya sea porque tienen hambre, porque algo les duele, o porque están incómodos”, comenta.
Al contener el llanto, el sufrimiento se queda atrapado en el cuerpo. Se evita verlo de frente y por lo tanto no se puede sanar.
¿El tiempo todo lo cura?, se le cuestionó. “Si dejamos transcurrir el tiempo con la falsa creencia de que el tiempo lo va a sanar, entonces se le agregan otros dolores, otras pérdidas hasta que llega un momento en el que ya no sabemos qué es lo que nos duele, por qué estamos sufriendo, y ya nos afectó nuestra calidad de vida, en el entorno familiar, el entorno laboral y social”.
“Se llega a un estado en el que te da pánico perder a alguien más o que pase algo. Hay una paranoia y este duelo se convierte en algo patológico. Ya estás dañada no solo emocionalmente, sino mental e incluso físicamente, y esto dañó todo tu entorno. Eso es lo que se quiere evitar con la tanatología”.
Cuando un duelo no se enfrenta con apoyo de expertos, se agrava. En este punto, la tanatología hace la diferencia, para que la persona enfrente la pérdida y tome ese proceso conscientemente antes de que pase mucho tiempo.
“Que vean su dolor, que lo acepten, que lo tomen en sus manitas y poder saber qué hacer con eso”, dijo Cavazos.
La psiquiatra y escritora suiza, Elisabeth Kübler-Ross, identifica cinco etapas del duelo. El primer momento es la negación, donde la persona no acepta la pérdida.
La segunda es la ira o enojo, luego viene otra etapa de negociación “un punto donde uno quiere negociar hasta con Dios, por ejemplo al decir: ‘si lo salvas, te prometo que..’”
“La depresión es una de las etapas críticas. Hay muchas personas que llegan a la etapa de la depresión y es donde empiezan a hundirse emocionalmente, y no saben qué hacer. El dolor ya lo sobrepasó la ira, el enojo, el reclamo y entran en un estado depresivo”, comparte Eli Cavazos.
La tanatóloga indica que si la persona no le hace saber a alguien que necesita ayuda, puede incluso desarrollar una enfermedad, porque las emociones empiezan a somatizarse en el cuerpo.
“Las emociones no atendidas, el cuerpo las grita. Cualquier tipo de enfermedad o molestias como dolores de cabeza, dolores del cuerpo”, explica la experta de la fundación.
La aceptación sería la quinta etapa; aclarando que estas no se viven de manera lineal, será un ir y venir, momentos de tranquilidad y momentos donde todo vuelve a resurgir. El proceso es aprender a reconocer y manejar las emociones.
A través de la tanatología se intenta contener a la persona y ayudarla a recuperarse hasta aceptar la muerte de su ser querido.
Aclara: “No hay manera de que el tiempo desaparezca el dolor, pero con el acompañamiento se puede llegar a la aceptación. No a la resignación, sino a la aceptación, que es cuando llegas a una etapa de calma, incluso de paz . Y esa es mi meta con las personas a las que atiendo. Que puedan aprender a vivir con la ausencia y lleguen a transformar el sufrimiento a un estado de tranquilidad. Que la persona pueda respirar y poder decir: ‘Gracias’”.