¡A disfrutar la vida! 2/2

Cualquier pretexto es acertado y cualquier día es el mejor para brindar por algo de lo más importante, lo único: estamos vivos

Cuál es su vino favorito para entibiarse el alma, señor lector? ¿Acaso un Casa Madero, un Museum, un Ribera del Duero, un Chianti italiano, un Faustino V español? El que usted elija será el bueno. Así de sencillo. Pero, disfrútelo, la vida aprieta y es menester regocijarse con los placeres de la vida misma y uno de ellos, claro, es disfrutar con los suyos en una buena tarde de charla, comida exquisita y un buen vino que embote los sentidos. Cualquier pretexto es acertado y cualquier día es el mejor para brindar por algo de lo más importante, lo único: estamos vivos. Creo no cometer una infidencia si aquí escribo que es lo que celebramos varios contertulios con los cuales chocamos generosas copas de licor para intercambiar parabienes. Es la amistad y tertulia que me dispensan Gerardo Blanco Guerra y el académico Raúl Hernández Carrillo, entre otros. Pues sí, no tenemos marca de vino o licor aborrecido. Todos nos caen muy bien en la panza.

Entramos en materia. En la columna pasada hablamos de un verdadero caldo de reyes y príncipes (el cual en honor a la verdad, no lo he probado) el Château Margaux. El gran filósofo Voltaire se decantaba por el de Borgoña. Alejandro Dumas atesoraba el Montrachet… y Edgar Allan Poe, el padre del horror y de la literatura policial, con suspenso y todo incluido, tiene un texto perturbador, un cuento llamado “El barril de amontillado”, donde una afrenta y burla es pagada con la propia vida por parte de un infortunado catador de vinos que presume de ello. Llevado a probar un inexistente barril de amontillado precisamente, y picado en su amor propio al decirle que otro amigo común no sabe distinguir entre un amontillado y un jerez, el personaje que fue injuriado lo lleva a su palacete y en la cava, entre la humedad reinante, el silencio, el salitre y la oscuridad reinantes, es atado a cadenas con diligencia y sagacidad, mientras va el personaje agraviado poniendo rápidamente los tabiques en una tarea demoniaca y feliz.

Escribe Edgar Allan Poe: “¡Ja, ja, ja! ¿Je, je, je! Buena broma amigo, buena broma. Lo que nos reiremos luego en el palacio, ¡je, je, je! A propósito de nuestro vino. ¡je, je, je!… ” Risa que se convierte en carcajada macabra ante lo inminente, no es una broma y quedará empalado en vida. Mientras el personaje pone el último tabique con argamasa y sella así, la existencia de quien le hizo semejante afrenta. Poe juega aquí de manera doble: con la sutileza de los catadores que se creen especialistas en vinos y caldos finos y con la venganza que urde su personaje por las injurias recibidas hasta el hartazgo. Iba a catar un buen vino, terminó muerto en una cava húmeda y siniestra.

Por cierto, cuando el ex Presidente Barack Obama estaba en funciones y celebraba el día de la hispanidad, se decantó varias veces por un vino gallego, un tinto joven de producción limitada, donde la finca es apenas de seis hectáreas denominada Peza do Rei. El caldo se llama “Cachín.” Tierra centenaria donde se producían los vinos que disfrutaban en tiempos remotos, los mismos Césares romanos. Este vino ha obtenido arriba de los 91 puntos en la escala Parker. El vino se vende (exporta) a los Estados Unidos, Reino Unido, Irlanda y Emiratos Árabes, solamente. Privilegio de Césares, príncipes y presidentes, que le vamos hacer. Usted tome el que más le apetezca y complazca. ¡Salud estimado lector y larga vida para usted!

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Jesus R. Cedillo

Escritor y periodista saltillense. Ha publicado en los principales diarios y revistas de México. Ganador de siete premios de periodismo cultural de la UAdeC en diversos géneros periodísticos.