¿COMIDAS IMAGINARIAS?

En el texto dominical pasado de esta saga de columnas con temática gastronómica (no solo la comida o las bebidas del aquí y ahora, en su variada oferta nacional o local, sino su linaje, su fermentación y su papel cultural, social, religioso y, claro, mítico en nuestro imaginario colectivo, han sido el propósito que ha animado esta serie desde su fundación), abordé someramente, muy a vuela pluma, los alimentos y bebidas engullidos por un personaje mítico, el cual no existió y sí existió: no hay contradicción de por medio. Abordé un poco lo engullido por don Juan.

Ese tipo educado, instruido, seductor, dueño del mundo y su materia, ante el cual hombres y mujeres caen rendidos por igual. No pocos comentarios recibí al respecto por la arista trazada. Es decir, ¿Don Juan existió o es un mito enraizado en nuestra psique colectiva y universal? Las dos cosas. Mito en su origen: es un “relato, narración, cuento, palabra”, el cual hoy ha devenido en algo fabuloso, extraordinario; incluso falso o, de plano, mentira.

Nada de eso. En voz de Cesare Pavese, el mito es: “…siempre simbólico; por eso no tiene nunca un significado unívoco, alegórico, sino que vive una vida encapsulada que, según el lugar y el humor que lo rodea, puede estallar en las diversas y múltiples florescencias”. Le creemos al poeta suicida. Así el mito de don Juan, aunque fue tomado de varios humanos arquetípicos (como partes, como lo fue hecho el monstruo que ensambla el doctor Frankenstein, otro mito), ha quedado elevado a categoría de mito universal por don José Zorrilla, Juan Tenorio o por la letra universal de Lord Byron. 

Llegamos al punto entonces, ¿Qué comían estos mitos?, ¿Qué bebían? Si estos mitos comen, ¿Es una comida imaginaria o de verdad, más real a la comida y bebida engullidas por nosotros los tristes humanos? ¿Qué comía Gregor Samsa, de qué se alimentaba el gran alípedo Aquiles, qué comía la criatura engendrada por el Dr. Frankenstein, de qué se alimentaba un seductor como don Juan, se alimentaba de agua y alpiste la bella y adorada Helena, la de Troya; vaya, de qué se alimentaba o cuáles eran los alimentos preferidos de Sherlock Holmes, o los del inteligente inspector Jules Maigret?

Hoy iniciamos esta saga de comidas no imaginarias, sino más que reales a las engullidas por nosotros los terrícolas. Hay muchos descubrimientos, le ruego no se pierda esta larga saga de textos. Para iniciar, una “probadita”. Aunque en el siguiente texto será la materia prima. Gregor Samsa, vendedor de telas, creado por el genio y letra de Franz Kafka, un día amanece convertido en un bicho ¿un escarabajo, una cucaracha, un pinacate?, ¿en qué sabandija? ¿De qué alimentar o con qué alimentar a semejante bicho que no pierde su inteligencia humana? Un rápido fragmento de los alimentos de Gegor, ya cumplida su metamorfosis en un bicho repugnante…

“Para probar cuáles eran sus gustos, le trajo (su hermana) una completa selección de cosas, todas ellas extendidas sobre un periódico. Allí había verdura medio podrida, restos de huesos de una cena bañados en salsa blanca que se habían solidificado, unas cuantas pasas y almendras, un queso que Gregor había considerado intragable dos días antes, un pan seco, otro untado con mantequilla y otro con sal…” Vamos iniciando esta dieta de ¿comidas imaginarias?

Jesus R. Cedillo

Escritor y periodista saltillense. Ha publicado en los principales diarios y revistas de México. Ganador de siete premios de periodismo cultural de la UAdeC en diversos géneros periodísticos.