CHAGALL: LOS COLORES DEL AMOR

Imposible separar la vida de un artista de su obra, como lo es separar a Marc Chagall (1887-1985) de su amada Bella Rosenfeld (1895-1944).

“El cumpleaños”, 1915

ELISA

Nada mejor para reflejar la felicidad del amor, el goce supremo de la cercanía entre esta pareja de bielorrusos de orígen judío, que la vida y las coincidencias juntaron en Vítebsk, pueblo de la Rusia zarista, en donde se desarrolla una de las obras que hoy nos convoca, y que es testigo del nacimiento de ésta desigual pareja que aparentemente tienen poco en común: ella, hija de ricos joyeros que gozan de poderosa salud financiera que les ha permitido prodigarle una cuidadosa educación en el campo de las letras para convertirse en ensayista y traductora; él, en cambio, hijo de un pescador y de una vendedora de verduras, que a falta del dinero necesario para proporcionarle una adecuada educación, interviene para que su hijo mayor, de condición frágil, sea admitido para estudiar artes.

Es en 1909 cuando se conocen, él 23 años, ella apenas 14….pero el flechazo es instantáneo y profundo:

….”sus ojos ahora son verde grisáceo, cielo y agua. Es en ésos ojos o en el río en dónde ahora estoy nadando”

Del libro “Luces encendidas” de Bella Rosenfeld.

Así que con una exigua beca que consigue estirar, marcha a París, con la finalidad de allegarse de los conocimientos técnicos pictóricos e introducirse en el mundo de las vanguardias vigentes a principios del siglo XX para poder aspirar a casarse con su amada Bella.  Logrado su cometido, y con algo de dinero en los bolsillos, regresa a su pueblo natal donde su estado de ánimo es registrado en la gozosa obra arriba mencionada.

Usando el color como vehículo expresivo potenciador de sensaciones, emociones y de fantasías, vuela por una habitación de escaso mobiliario, donde la referencia a la fecha, es el pastel que Bella ha llevado y depositado junto a su monedero sobre una mesa… los enamorados flotan felices por el interior de la vivienda. Él le ha entregado un ramillete de flores que acompaña con un beso impensable alargando y torciendo el cuello para envolverla en forma tal que rodea la cabeza de su amada para conseguirlo; ella, entre sorprendida y ansiosa, estira su cuerpo para recibir la caricia en el aire…. después de todo, para el amor no hay imposibles y para el arte….¡menos!

” El paseo”, 1918

ELISA

A su regreso de París, y debido a la inestabilidad política de su país, el jóven matrimonio -que ha vencido las reticencias maternasse encuentra varado en su terruño.

Mientras todo es caos, tragedia y muerte debido a la revolución rusa, ellos viven la etapa más felíz de sus vidas. El nacimiento de Ida, su hija ha traído más luz y alegría, si fuera posible, que se refleja en la historia gráfica de su eterno idilio: ha hurtado a los fauvistas el color, jugado con la geometría que aprendió de los cubistas, a los que abiertamente rechaza, se ha saltado las vallas de los surrealistas y ha incorporado el folclor de su pueblo para encontrar un lenguaje único, personal, nuevo para decir las cosas de siempre, las cosas del alma, las cosas del  amor con la contundencia de la fantasía que ese sentimiento le ha dictado. Así pues, lleva a Bella a volar por facetados y verdes campos, que compiten con las esmeraldas y dan marco a la aldea, llevando a su musa ondeante por los aires con un gesto de triunfal libertad, asida del brazo mágico de su amado, mecido el vestido por el viento cuál singular bandera.

El recorrido ha sido un tránsito entre la naturaleza y su mundo interior y el color el medio para gritar su dicha; el mantel rojo fuego tirado sobre el pasto recoge y revive elementos del  judaísmo y  del lirismo popular en un canto de luz, una oda a la vida y al amor.

“Solo hay una cosa que dá sentido a la vida y al arte: el color del amor”

Del libro “Mi vida” de M. Chagall.

“Los amantes”, 1928

ELISA

Nuevamente de regreso en París, en 1923, después de varios años en la ciudad que los vio nacer, y debido a los cambios en las políticas gubernamentales y a diferencias ideológicas con otro ruso influyente en las artes de su pueblo Casimir Malevich, y a pesar de algunos contratiempos, la felicidad se ha desbordado y sigue llegando a sus lienzos. Bella, la imágen icónica de su obra, siempre presente lo hace sentir en el paraíso y le ha animado a continuar pintando obras profundamente hermosas y a concretar  el lenguaje del amor que conecte con el gran público (siempre se le reprochó ser más poeta que pintor).

La vida marital transcurre sin grandes preocupaciones y con un solo objetivo: pintar el amor capturando la belleza de ése sentimiento expresado en el abrazo ansioso, que busca el amparo seguro,  en el cobijo de la amada que le acoge y envuelve en un gesto de cercanía y comprensión infinita. Metáfora perfecta, anhelo logrado y compartido atestiguado por la luz de la luna – cómplice eterna de los enamorados-  que emana de su falda,  sinónimo del poder femenino y depositaria de todos los sueños posibles e imposibles….lo suyo es una historia resumida en el carmín de su vestido, en las flores que los acompañan, en el vuelo del ave y en el sosiego de sus miradas. Es un amor profundo, eterno, más allá de las fronteras carnales y las pasiones violentas: es el amor verdadero que se entrega sin reservas.

Estos años de dicha e intenso trabajo, que no podría ser sin ambas cualidades, se ve truncada por la prematura muerte de su musa eterna, la misma que ha contraído una bacteria que no han logrado combatir y que la aleja del amado a los 49 años y 29 de matrimonio…..el mundo de Chagall se oscurece, un torrente de dolor lo ciega y no consigue encontrar el color que ha perdido con su partida. Le tomará 9 meses aceptar su ausencia,  pero con su recuerdo en la mente, seguirá pintando hasta el final  de sus días cuando la paleta del amor se apagará para siempre en 1985 a los 97 años de edad.

” El arte debe ser una expresión de amor o no es nada”

Carlos Ruiz

Jefe de información en Saltillo360.