AYUNAR ES ¿COMER?

BUENAS

Ayunar, nos dice la “Enciclopedia del idioma” de don Marín Alonso, es sencillamente: “Privación total o parcial de comida y bebida”. Sería interminable deletrear aquí los ejemplos literarios o históricos al respecto (algún día prometo acometer dicha tarea), pues ambas son vastas y necesita uno de toda la vida para ello, como para otros temas. Es el mismo sabio don Martín Alonso quien nos da datos de los escritores en tocar tema tan espinoso: el ayuno, el ayunar como armado integral de textos, o bien de formas de ser, hacer o padecer de personajes. 

Hay referencias a ello en textos de Fernán González, María de Ávila, en Miguel de Cervantes, Gonzalo de Berceo, Luis de Góngora… en la antigüedad y para las sociedades orientales, el ayuno es (o era) fundamental por muy diversos motivos: ascesis: purificar el cuerpo y eso llamado alma; por motivos de luto, por motivos ceremoniales, para suplicar y pedir favores de los dioses; se ayuna para pensar mejor y tener ideas, grandes ideas. ¿Para nosotros los occidentales y en plena época de pandemia? El ayunar es intolerable. Incluso, se le considera no pocas veces peligroso. 

Hay un opúsculo: “El ayuno” del teólogo Slavko Barbaric, donde éste explora eso llamado ayuno desde el conocimiento de la Biblia. Tanto en la Biblia como en el Corán, hay muchos pasajes que exploran el No comer. Es decir, el ayuno como una forma de llegar al nirvana y/o a la comunicación con ese al que llamamos Dios. ¿Puede ser peligroso? Sin duda que cada lector tendrá su opinión al respecto y si lo ha practicado en diversas etapas de su vida, puede opinar de ello a título personal. 

Por hoy, rápidos ejemplos y al azar: si usted lee a Lucas, el evangelista, luego de su bautizo en el Río Jordán (Lucas 4, 1-4) el maestro Jesucristo se retiró al desierto y no comió durante cuarenta días. Los hermanos judíos recomendaban en la antigüedad hacer ayuno el Día de la Expiación, pero luego lo hacían con frecuencia dos veces por semana: lunes y jueves. En momentos de gran problemática y en el Antiguo Testamento, los reyes y profetas pedían al pueblo que ayunara (Jonás 3,7). 

¿El ayuno, entonces, puede funcionar como “alimento”? En la antigüedad así se creía y se practicaba: ayuno más oración y obras de ayuda al prójimo. El escritor y poeta Antonio de Galicia y Rivera tiene unos versos al respecto, los cuales dicen: “Ayunar: el blasón de Dios. / Luego, el pan y el vino vuelven a ser pan y vino, / con olor y sabor a eternidad…” O aquel famoso axioma en “Siddharta” de Herman Hesse: “Sé pensar, sé esperar, sé ayunar.”  

Pero, sin duda, el texto, el mejor texto literario sobre esto de ayunar, es una obra perfecta y genial del checoslovaco Franz Kafka. En algunas traducciones titulan su obra “El artista del hambre”. En otras es simplemente “El Ayunador”. Taladrada letra por letra y silencio por silencio, es una de las mejores obras literarias escritas por un ser humano. Regresaré al tema.

Jesus R. Cedillo

Escritor y periodista saltillense. Ha publicado en los principales diarios y revistas de México. Ganador de siete premios de periodismo cultural de la UAdeC en diversos géneros periodísticos.