Ovodonación: Afrontar el impacto emocional

Frente a esta causa de infertilidad, solo existe un tratamiento de reproducción asistida capaz de atajar el problema: la Fecundación in Vitro con óvulos de donante o, lo que es lo mismo, la ovodonación

Para la mayoría de las mujeres enfrentarse a la noticia de su infertilidad supone un estrés que suele poner en riesgo su estabilidad emocional, una estabilidad que volverá a ser zarandeada cuando tenga que enfrentarse a la decisión de si quiere o no tener un hijo por ovodonación.

Y todo ello porque, y aunque las cosas están cambiando, vivimos en una sociedad donde la fertilidad se ha considerado un valor intrínseco, y sobre todo para quienes viven en pareja y desean y creen que se espera de ellos que sean padres.

Para Soledad Chamorro, psicóloga de la unidad de Apoyo del IVI en Madrid, la ovodonación ya de por sí provoca un desajuste emocional, toda una conmoción que empuja a la mujer a sentirse culpable por no ser madre con la consiguiente disminución de su autoestima que a veces conlleva una sintomatología depresiva.

Según el IVI, donde en los últimos 10 años se han incrementado en un 86% los tratamientos de reproducción con óvulos donados, el retraso de la entrada a la maternidad en España es el factor principal que ha disparado los problemas de fertilidad en los últimos años.

Frente a esta causa de infertilidad, solo existe un tratamiento de reproducción asistida capaz de atajar el problema: la Fecundación in Vitro con óvulos de donante o, lo que es lo mismo, la ovodonación.

¿Pero qué es lo que piensan las mujeres receptoras cuando tienen que enfrentarse a una ovodonación? Durante su ponencia en el VII Simposio Internacional de Reproducción Asistida, organizado por la la Fundación Tambre, Chamorro explicó que les preocupa no conocer al donante y que el niño pueda tener algún rasgo físico llamativo que no les permita identificarse con ella y su familia.

También les obsesiona la idea de si serán capaces de cuidarle, sentirle y quererle como si fuera suyo y si pueden nacer con alguna enfermedad importante o un carácter complicado que les dificulte aceptarle. Paralelamente se sienten egoístas por haber retrasado tanto el momento de la maternidad, hasta llegar a una edad, tocando o sobrepasando los 40, en la que el reloj biológico juega en contra.

Otra inquietud recurrente tiene que ver con la duda de si los abuelos y familiares le aceptarán sin problemas.

También es causa de desvelo la certeza de que se pierde la carga genética de la familia, una carga en la que todos nos reconocemos y a la que siempre aludimos para agradecer o culpar cualquier característica física o psicológica.

“La genética explica Chamorro- parece que tiene menos peso del que a priori pensamos y sin embargo es importante saber que atribuimos todo lo que somos a la genética y ademas eso nos da seguridad”.

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