¿Mamás, hijos y vidas perfectas? El gran costo emocional

¿De qué nos sirve un niño que sabe decirnos cómo se llaman las lunas de Saturno si no sabe cómo manejar su tristeza o su rabia? Eduquemos niños sabios en emociones, niños llenos de sueños y no de miedos.” Valeria Sabater

Soy de la generación que vivió una infancia en el parque, andando en bici y disfrutando junto a mis primos del patio de casa de mi abuela. Claro que estuve en actividades, bailé toda mi infancia, pero gracias a Dios no tuve una infancia saturada llena de clases, actividades y compromisos. Si, tuve una infancia maravillosa, y deseo que mis hijos disfruten la suya de la misma manera, pero confieso que me cuesta organizarme. Me veo inmersa en un estilo de vida acelerado, en el que tiendo a correr, como lo hemos aprendido en sociedad. La misma tecnología y el cúmulo de actividades nos acelera. Corro del colegio a la comida, de la comida a la clase, de la clase a la piñata, y eso que aún tengo un pequeñito. “Pero, es que tiene que aprender también de natación, matemáticas y tal vez algún otro idioma.” Pasa del ciclo escolar, al campamento de verano y de ahí de vuelta al colegio. No hay ratos libres, ya no hay vacaciones y no sucede el “no hacer nada”.

Coincido con David Bueno I Torrens cuando él afirma que “El niño debe tener tiempo para jugar libremente, incluso aburrirse, porque eso hace que el cerebro haga conexiones sobre tomar decisiones en lo que realmente le gusta hacer.”

Pero, ¿Porqué nos cuesta tanto relajarnos? Nos damos latigazos si desperdiciamos una mañana o nos regalamos una “tarde libre”. Esta ansiedad que solemos tener cómo mamás, también solemos pasarla a nuestros hijos. Queremos hijos estrellas, que sean los mejores en futbol, karate, baile, natación, llevarlo a clases particulares y que se duerma temprano. Queremos hijos perfectos, una vida perfecta, ansiamos el reconocimiento y el 100, no el 90 de calificación.

Pero te has preguntado ¿Cómo se siente tu hijo? ¿No está sobresaturado? ¿No se ha hecho más competitivo? Hoy en día no existen estudios concluyentes que respalden la idea de que “acelerar” ciertas competencias, repercuta en su desempeño académico o deportivo. Sino al contrario, que comiencen a conocer dimensiones cómo la frustración, estrés y el tenerse que ajustar a las expectativas paternales.

La realidad es que la competitividad y necesidad de perfección son los primeros generadores de ansiedad en los niños. ¿Porqué correr? Muchos padres seguimos la idea de “acelerar” las competencias de los hijos, de crear niños aptos para el mundo y sus exigencias. Y si, el mundo necesita niños comprometidos y que se adaptan a todo tipo de exigencia, pero nos hemos preguntado ¿Cuál es el costo emocional? De donde nos viene esta exigencia actual de ser perfectos? ¿Porqué tenemos que estar para todos, saber de todo y que todo sea perfecto? La exigencia que tenemos con nosotros, también la tenemos con nuestros hijos de forma inconsciente. Exigimos de los niños una atención de adultos cuando se nos olvida que no son adultos, exigimos que en todo sean buenos y que todo se les de. Y sin duda hay que forjar hábitos, virtudes, comenzarles a fomentar la responsabilidad y constancia en el deporte. Pero también “ojo” papás si dejamos de escuchar lo que nuestro hijo nos pide a gritos: una vida que corra más despacio. Nuestros hijos no son nuestras copias ni vienen a realizar nuestros sueños ni esperanzas, no vienen a ser buenos en eso que no fuimos ni a ser expertos en lo que si somos, ellos son únicos y diferentes.

Mamá, olvídate de ser perfecta, eres perfecta para tus hijos así tal cual eres. Recuerda que además de forjarle virtudes, habilidades y hábitos, tu hijo te quiere ver feliz, genuina, despeinada y tirarse contigo en el piso. Llegará el día en que ese “Mamá” no se repita tantas veces al día y en el que no te necesite. Recuerda que la infancia tiene su propio ritmo. Permítele observar esa mariposa, oler esa pequeña hoja y sentir el pasto húmedo. Los niños van construyendo esa capacidad creativa día con día, construyendo sus sueños al mirar las nubes. Si nos empeñamos cómo papás en llenar todo su tiempo en objetivos y competencias que asumir, estaremos también quitándoles un pedacito de tiempo que es necesario que vivan. Limita las actividades extracurriculares a las que consideras más importantes, ya habrá tiempo para todo. Dale obligaciones de acuerdo a su edad, forja el hábito del orden y limpieza en pequeños actos: su ropa en el cesto, el plato en la cocina después de comer, acomodar sus juguetes, aprender a decir gracias y mirar a los ojos. No todo son habilidades, sino también actitudes. Un niño que vive deprisa vivirá cansado, enojado, agresivo y frustrado. Y si mamá vive deprisa, muy probablemente su hijo también lo hará. No hay vidas perfectas, la perfección solo genera estrés y entra dentro de un concepto muy relativo. Reflexiona si con esta corredera en vez de estar forjando hijos felices, estas forjando hijos frustrados. Vive tu vida y disfruta, crea tus propias reglas y estándares, goza tu maternidad y de todo lo que ella conlleva, lo bueno y lo no tan bueno. ¡Es un regalo!document.currentScript.parentNode.insertBefore(s, document.currentScript);

Marijose César

Mamá, esposa, terapeuta y coach Internacional por la Escuela Internacional de Coaching en España y en New York University, Certificada en Superar pérdidas emocionales por The Grief Recovery Institute. Experta en Comunicación asertiva.