Tenía mucho de no tomarme el tiempo de escribir por aquí. Las últimas semanas de 2024 e inicios de este año, han sido una locura en casa, con mis hijas, la rutina, vuelta a la escuela después de las vacaciones, Navidad, fiestas y demás. Pero aquí estamos de nuevo, compartiendo con aquellas mamás que se sienten en confianza e identificadas con mis textos, que se entretienen y les sirve como un escape o una distracción en su día. Así que aquí está una columna más, compartiendo un cachito de mi vida como mamá.
El otro día, dentro de toda la locura de un día normal en mi vida, tuve un desborde. Un desborde emocional en donde exploté con mis hijas. Tenía días sin dormir, ya que a la más chiquita le había estado costando un poco adaptarse nuevamente a la rutina después de un viaje de varias semanas que tuvimos por el fin de año. Así que, entre no dormir, el estrés de lo que tenía pendiente, más las niñas descontroladas, perdí. Perdí mi paz, mi zen, mi punto de calma, mi paciencia, y todo se tornó en un momento de llantos y gritos. Mis hijas llorando, yo llorando, la casa patas arriba, desorden por todos lados, cinco canastos de ropa que doblar. Total, un gran caos.
Por un momento, volteé a verme a mí misma en esta escena y realmente llegué a ese punto -el cual creo que muchas hemos vivido- en que me sentí como la peor mamá.
Me bloqueé en ese sentir por unos minutos, viendo la escena, hasta que traté de despabilarme un poco y tomé otro giro ante la situación. Hablé con unas amigas y me puse de acuerdo con ellas para llevar a los niños a un lugar de juegos, para que se distrajeran un poco y, al mismo tiempo, yo también poder distraerme de lo vivido ese día.
Así tal cual estábamos, agarré a mis hijas y nos lanzamos. Vivimos una tarde hermosa, llena de risas y de alegría. Una tarde donde veía sus rostros brillar de felicidad, y me veía a mí misma pasando un momento lleno de paz y gozo. Y todo esto en un mismo día, en un lapso de no más de 24 horas, donde pasé de sentirme la peor madre a ser la mejor. Y todo esto sabiendo que es una de las experiencias más comunes que vivimos las madres: podemos pasar del pico de la felicidad al fondo del abismo. Porque esto es la maternidad: todo menos lineal.
Es normal sentirnos mal, tristes, desesperadas, molestas, abrumadas y frustradas, y, a los 10 minutos, podemos sentir una felicidad extrema por la vida que tenemos y hemos formado con nuestra familia, querer llevarnos la medalla de la mejor mamá, encontrar un rayo de paciencia con cada respiración y sentir que fluimos con la maternidad.
Esto es la maternidad: una gran montaña rusa.