COMPRENDER LO LEÍDO

JESÚS SANTOS

No hace demasiado, digamos hace algunos siglos, era poco común que una persona leyera en silencio.

Lo normal era leer en voz alta, incluso para uno mismo. Se decía de Julio César, como de quien tiene un súper poder, que era capaz de leer sin articular palabra. Mucho se ha recorrido desde entonces, pero mucho también se pierde si uno se descuida.

Pienso en la lectura como una herramienta básica. Pero no pierdo de vista que, por ejemplo, la oratoria también fue básica para los griegos. Hoy en día no hay necesidad de aprenderse de memoria la Odisea y contarla en la plaza pública. No hace falta. Y aquellos poderes tan valorados: la memoria y la oratoria, cambian con los tiempos.

No obstante, y si vamos al origen, conviene que estén por escrito los contratos, por ejemplo. Así, haciendo uso adecuado de la gramática y la ortografía, pueden quedar por escrito las condiciones de un acuerdo, sin dejar lugar a dudas de los términos pactados. Es decir, evitando cualquiera de las excusas que se esconden lejos de la luz de la verdad o palabras que a menudo se lleva el viento.

El hombre, tan pronto pudo, tomó arcilla y agua e hizo tabletas de lodo en las que anotó exactamente cuántas medidas de trigo le debía su compadre y cuántos bueyes había prestado a su vecino. De esta forma, al cobrar, hay algo más allá de la memoria para hacer el concepto realidad. 

Luego vienen las historias puestas en papel y más tarde la imprenta para reproducirlas. Hace un siglo, sin embargo, volvió a tomar un papel protagónico primero la voz reproducida y después la imagen en movimiento. Y todos los que hemos visto una película entendemos una serie de cosas según el plano secuencia, la iluminación, el ángulo de filmación. La composición en general y la edición en particular, por ejemplo, son elementos que comunican en el lenguaje audiovisual. De igual forma que la ortografía, la gramática y el vocabulario son partes de la composición de un texto.

El mundo requiere de ambos. De lo textual y lo audiovisual. El texto no está superado. Pensemos en que toda película necesita un guion, por ejemplo. No por tener un medio nuevo, deja el anterior de ser útil. Menos en el caso de la lectura.

Poco a poco, y desde hace meses a gran velocidad, vamos incorporando tecnologías de comunicación a nuestras vidas. Por ejemplo, TikTok, la app de videos más popular del momento, se sostiene por la facilidad de poner lenguaje audiovisual al alcance de la mano de todos.

Los emoticones, otro ejemplo, son otra manera de sintetizar lenguaje. Son fáciles y novedosos. Mandar stickers o gifs como respuesta a algo es una manera de ser simpático y de comunicar muy adecuadamente un sentimiento o una idea. No obstante, desde mi perspectiva, vale la pena conocer más de una manera de llamarle al agua que cae del cielo. No es exactamente igual un diluvio que un chaparrón. Ni es lo mismo un sirimiri que una llovizna.

Esta batalla no está ganada y se pelea en las circulares del colegio, en los mensajes de Whatsapp, en los periódicos y en las revistas. En las novelas, los libros de texto y los de consulta. En el anuncio espectacular y en la redacción de la publicidad. En Twitter y en Facebook también se pelea la batalla de la lectura. Hasta en Instagram (Dave Grohl, vocalista de Foo Fighters, por ejemplo, publica sus historias -en texto- en la plataforma para imágenes).

Ahora que comenzamos el ciclo escolar, ojalá veamos que ayudar a un niño a aprender a leer y escribir es conectarlo con 4 millones de años de evolución. Es ponerlo en la cima del esfuerzo humano. Vale la pena, nos ha costado mucho llegar aquí.

Jesús Santos

Educador con amplia experiencia en la formación de padres de familia, docentes y alumnos. Especialista en personas. Intenta todos los días educar en libertad. Regio de origen. Actualmente dirige el North Hill Education System en el norte de la ciudad. Papá de 4, esposo de una para toda la vida.