Las heridas emocionales de la infancia vaticinan en gran parte de los casos cómo será nuestra calidad de vida cuando seamos adultos. Son como lesiones psíquicas, como fragmentos sueltos y mal curados que nos impiden llevar una existencia plena e incluso afrontar los pequeños problemas del día a día con mayor soltura y resistencia.
Raquel Aldana
¿Podrías identificar cuáles son tus conflictos actuales? ¿Cuáles problemas sueles tener en tu relación de pareja, amistades, familiares? Todo conflicto va conectado con una expectativa no cumplida, que en la mayoría de las ocasiones viene conectada con una necesidad que no fue cubierta o con una herida vivida en la infancia que se estableció y se acomodó cómo una cicatriz.
Crecemos y nos hacemos adultos, y ‘nos mentalizamos’ que eso que vivimos nos sirvió para algo o que ya lo enterramos. Pero muchas veces el no identificar y reconocer esas heridas, nos impide hacemos cargo de las heridas que cargamos.
Verónica Fuentes, una amiga muy querida que es una terapeuta excepcional, me dijo una vez: “En la mayoría de las ocasiones, con mirar el conflicto y reconocerlo, ya estamos sanando una gran parte”. Así que la clave para avanzar y apapachar esas cicatrices sería darles voz no para quedarnos en la herida, pero sí para integrarla.
A continuación te menciono ciertas heridas emocionales en la infancia y algunas cicatrices relacionadas con ella.
Herida – Humillación / Cicatriz – Timidez extrema o prepotencia.
Herida – Ausencia de los Padres / Cicatriz – Problema para entablar relaciones duraderas.
Herida – Injusticia / Cicatriz – Demasiado autoritario.
Herida – Sentirse rechazado. / Cicatriz – Huirá de los demás. Solitario.
Herida – Anular las emociones. / Cicatriz – Muy frío o demasiado impulsivo.
Herida – Arrebatar la infancia / Cicatriz – Frustración constante.
Herida – Falta de cariño. / Cicatriz – Falta de empatía y compasión.
El reconocer lo que nos impide relacionarnos en paz y ser felices, nos conecta con eso que está pendiente por sanar. Todos absolutamente todos, sufrimos alguna herida, no necesariamente fue en el hogar, pudo haber sido en el colegio o en algún grupo social. Reconocer las heridas que tenemos nos permite desarrollarnos como personas, pues al comenzar a sanarlas, contribuimos a nuestro bienestar y el de los que nos rodean.
Para comenzar la sanación de tus heridas, recita desde tu corazón con intención esta oración:
Amado Señor, sáname. Sáname en cualquier cosa que tú creas que necesita sanar. Sáname de cualquier cosa que pueda separarme de ti. Sana mi memoria, cada una de las heridas emocionales de mi vida, sana mi corazón, sana mis emociones, sana mi espíritu, sana mi cuerpo, sana mi alma, sana cada una de las áreas de mi vida que estén dañadas. Posa tus manos tiernamente sobre mí y los que amo y sáname a través de tu amor por mí. Te lo pido en el nombre de Jesucristo. Amén.
Pablo Neruda decía que hay heridas que en vez de abrirnos la piel, nos abren los ojos. Y las heridas también se cierran y se sanan cuando abrimos los ojos. Cada persona es dueña de su historia y sólo cada quién sabemos cuánto nos pesa y duelen las heridas, pero está en cada uno reconocerlas, integrarlas y sanarlas para poder avanzar.