NO MATARÁS

No me creas, solo experiméntalo

Frecuentemente llega a mí, material que me provoca alguna reflexión. A veces son melodías, anécdotas graciosas, películas o textos. Esta vez, fue un escrito que me pareció muy conmovedor.

La historia narraba la experiencia de un médico forense delante de un cadáver. El forense estaba familiarizado con la muerte y sus rostros, es decir, explicaba que los cuerpos guardan el gesto de la emoción que los acompañó hasta sus últimos momentos. Así, a lo largo de los años le tocó ver expresiones de dolor, miedo o paz, por mencionar algo. Sin embargo, recién había llegado el cadáver de una persona que había sido secuestrada, torturada y asesinada. Sobre su rostro había una profunda desolación. Además, el cuerpo se encontraba en posición fetal y dado que había fallecido hace ya varios días el rigor mortis era tal que resultaba imposible quitarle la ropa. Por protocolo, no se puede cortar o romper la rompa de los difuntos. Entonces el médico, empezó a hablarle al cadáver. Le decía cosas como: “Tu familia ya te encontró”, “Todo salió bien”, “Ahora vas a poder descansar”. Y poco a poco el cuerpo se fue soltando hasta que pudo trabajar.

La anécdota del forense me conmovió porque pienso que si eso sucedió con un cuerpo inerte, en un cuerpo vivo las palabras tienen una potencia de la cual no nos hemos percatado. Pienso, ¿qué nos estamos diciendo?, ¿cómo nos estamos hablando?, ¿qué tal si estamos siendo demasiado duros?, ¿qué tal si, incluso, nos estamos auto intoxicando?

Muchas veces nosotros mismos solemos ser nuestros más duros jueces. Voces como “Otra vez me equivoqué”, “Claro que no voy a lograr la venta”, “Si la invito a salir, seguro me dice que no”, “No voy a poder”, tienden a limitarnos, a empequeñecernos y a frenar nuestra capacidad de crecimiento. A muchos nos ha pasado.

Pero la palabra importa, y lo que nos decimos a nosotros mismos también. ¿Qué tal si ahora, somos más buenos?, ¿qué tal si en lugar de señalar el error destacamos cuán perseverantes somos? No es lo mismo decir “Otra vez la regué” a “La regué, pero lo sigo intentando. Aquí no se termina esto.” Las palabras de benevolencia creo que pueden tener un efecto mágico en nuestro interior. Creo que en lugar de pensar —y decirnos— “No voy a poder”, podríamos cambiar por completo la jugada al decir “Sí voy a poder”, “Esta venta es mía”, o “Le voy a encantar”.

Nuestra energía sigue viva, ahora, mientras respiramos, y más allá de la muerte, como lo cuenta la historia del forense. Por eso es tan importante mantener nuestra energía limpia. Nadie va a venir a quitarnos el polvo que se acumula con el día a día, con el cansancio, las frustraciones o los enojos cotidianos. Somos nosotros mismos quienes debemos hacer consciencia de cómo nos estamos sintiendo, qué palabras estamos dejando entrar a nuestra alma y qué emociones nos están contaminando para que así, al final del día, hagamos un ejercicio y dejemos salir todo lo que ensombrece nuestro brillo. Al final, creo que son las palabras, los pensamientos y la emociones que depositamos en nuestra alma lo que nos permite llegar a una vejez feliz o una vida con pesar y enfermedades.

Estamos llamados a la grandeza, a ser reflejo de la divinidad, la bondad, la abundancia y la inspiración. Solo hay que ponernos en ese canal y hablarnos con la bondad y la paz que nos merecemos.

No matarás es el quinto mandamiento entregado en la tablas a Moisés y hoy en nuestros tiempos la palabra ofende, humilla y mata ¿Cómo te hablas a tí mismo?

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LA AUTORA

Es reconocida por su desarrollo profesional en el área de la consultoría en imagen personal; eficaz para hombres y mujeres.

Clara Villarreal

Consultora de imagen personal, etiqueta empresarial y protocolo Institucional y organizacional.