LA SOLUCIÓN ES EL ORDEN

ORDEN

Algunos nacen con más inclinación al orden que otros. Es una parte del sistema operativo de cada uno.

En los niños podemos ver cómo algunos intencionalmente acomodan, desde chiquititos, los carritos o las muñecas en fila según su tamaño. Otros pueden vivir con una hilera de superhéroes intercalada con carritos de distintos tamaños, todos guardados en el cesto de la ropa sucia.

Lo podemos ver también en el plato de comida, en el que a algunos les causará conflicto que su comida se toque y otros abiertamente abrazan el batidero.  Hay pequeños cuya sensibilidad para el disgusto es tanta, que hasta ensuciarse les parece problemático. 

Entonces, podríamos decir que cada persona está calibrada diferente en cuanto al orden. Hay polos en ambos sexos. Por ahí, en el mundo, hay mamás que no sienten un llamado especial a hacer o exigir que el baño esté limpio y también deambulan papás con un recogedor de migajas en el bolsillo de la camisa. O el pañuelo para limpiar los zapatos permanentemente en la mano, limpiando cada paso.

Ésa es la primera idea. No partimos de lo mismo. Nuestra sensibilidad al disgusto tiene que ver con nuestra herencia genética y también mucho con nuestra crianza. Así que, ante los pequeños logros del marido o de la esposa, del hijo adolescente o inclusive del empleado que no es capaz de fajarse la camisa, considera no sólo el punto de llegada, sino el de partida.

Una segunda idea con el orden es que las proporciones importan. Lo decía el gurú noventero al tratar de acomodar piedras de distintos tamaños junto con varios puñados de arena en un recipiente. Después de varios intentos sin éxito, el participante se da cuenta de que, si se ponen primero las piedras grandes, después las medianas, más tarde las chicas y al final la arena, todo cabe. Sin embargo, a la inversa, no queda espacio para las piedras grandes.

La idea era hacerle ver al participante qué eran las piedras grandes para él: ¿vacaciones? ¿tiempo con la familia? ¿tiempo para ejercicio? ¿Qué te importa a ti? Sigue siendo un ejemplo revelador. ¿Orden? Depende de dónde esté tu corazón. 

Si en la cúspide de tu propia jerarquía de valores está el dinero: habrá tiempo para el dinero. Si está el ocio, o el vicio, se encontrará la manera y los recursos para eso. Si la prioridad número uno es llegar al nivel máximo del videojuego, eso haremos. En detrimento de otras cosas, quizá menos divertidas, pero no menos importantes. El orden sigue al corazón.

La tercera idea es ponerlo por escrito. En tiempos de pandemia, debemos de tenerlo ya claro: un horario. Google Calendar o el que tenga el sistema del teléfono que tienes en la mano. Empezar hoy domingo, tomándote 20 minutos para planear la semana. ¿Qué quieres lograr? ¿Qué es lo importante? ¿Haciendo qué cosa te sentirías satisfecho con tu semana, con tu día?

Contrario a lo que piensan muchos, el horario puede ser un arma liberadora. Una herramienta con la que conciliamos nuestros proyectos y el futuro. Claro, ponerlo en un calendario no lo es todo. Requiere voluntad, que crece poco a poco, y también requiere disciplina, que cada día escasea más. 

¿Ejercicio? ¿Lectura? ¿Tiempo con la pareja? ¿Cuándo? ¿A qué hora? ¿Cuánto tiempo? Comprometerse con uno mismo, primero entendiéndose y las predisposiciones que llevamos en el sistema operativo; segundo, contemplando qué cosas tienen mayor importancia y cuáles no, y, por último, poniéndolo por escrito.

Quizá con esto no consigamos las metas inmediatamente, pero es un buen comienzo, que muchas veces olvidamos y que nuestros hijos deben de ver para poder imitar. Al menos la lucha por intentarlo, todos los días.

Jesús Santos

Educador con amplia experiencia en la formación de padres de familia, docentes y alumnos. Especialista en personas. Intenta todos los días educar en libertad. Regio de origen. Actualmente dirige el North Hill Education System en el norte de la ciudad. Papá de 4, esposo de una para toda la vida.