LA ATORMENTADA COCINA… INGLESA (2)

JESÚS R. CEDILLO

Lo vimos la ocasión anterior: la cocina inglesa y sus fogones tienen fama de atormentar a sus comensales. De no tener imaginación; ser primitiva, seca, dura. Sin duda, eso ha cambiado en muchos lugares hoy, pero sigue con dicha fama y sentencia desde hace lustros. Telleyrand lo resumió en el siguiente aforismo: “Francia, una sola religión y miles de salsas; Inglaterra, una sola salsa y miles de religiones”.

Pero, ¿semejante crítica ácida es cierta? Uno de los gastrónomos ibéricos más reputados, que escribe con toda la mano, Nestor Luján, ha deletreado: “el hecho de que los restaurantes practiquen una mala cocina y los ingleses desdeñen su grandes platos tradicionales, no quiere decir que esta cocina sea bocadillo de roast beef”.

Sin más preámbulo vamos a tratar de añadir leña al fuego, o bien desechar semejante engañifa al respecto. Tomemos a una de sus autoras más emblemáticas, queridas y respetadas: Jane Austen (1775-1817). Imagino usted al menos ha visto en el cine una película basada en sus novelas, entre ellas la más famosa, “Orgullo y prejuicio”. Debe de haber, al menos, cuatro versiones en celuloide disponibles, amén de que su argumento se ha repetido decenas de veces en el mundo. Pero dejemos el argumento (amores mutilados, obsesivos y tormentosos entre cinco mujeres y varios caballeros que llegan a un pueblo rural de Inglaterra, época donde la mujer era una moneda más de cambio, sin valor alguno. Una posesión que un hombre o caballero respetable debería de tener, así de sencillo) y vayamos a las referencias gastronómicas.

Aunque regresaré al tema con una coda (ya casi me acabé el espacio, puf), las referencias a comidas, almuerzos y tertulias con bocadillos, té o café son tan vagas e insignificantes que apenas se despachan en una línea. Varios ejemplos al azar: “… el señor Collins dedicó las mañanas a darle paseos en su coche abierto y enseñarle la comarca, pero cuando se marchó, toda la familia volvió a sus ocupaciones habituales, y Elizabeth vio con agrado que el cambio no las obligaba a ver más a su primo, pues este pasaba ahora la mayor parte del tiempo entre el desayuno y al comida trabajando en el jardín…”

Así de vaga la referencia. Una más: “Después de la comida, lady Catherine observó que la señorita Bennet parecía decaída”. ¿Qué comieron? Nunca se sabe. Hay pocos menús, pocas referencias directas a los alimentos. Una de estas referencias es la siguiente: “La novedad siguiente que se produjo en el transcurso de su visita fue la entrada de los criados con carnes frías, bollos y frutas variadas…” Una más: “Después de dar la bienvenida a sus hermanas, exhibieron con aire triunfal la mesa en la que había comida fría de la que se suele poder encontrar en la despensa de las posadas…”

¿Lo notó, señor lector? Siempre es almuerzo o comida fría. Pedazos de hielo seco y muerto en los platones. Amén de releer la novela, juro que solo una vez hay una comida o cena caliente. Todo transcurre como es el clima en Inglaterra: mustio, gris, la neblina como telón de fondo y los alimentos como barcazas perdidas en su mar. Un ultimo fragmento, aunque regresaré con una coda: “… era un hombre indolente que solo vivía para comer, beber y jugar a los naipes y que, cuando descubrió que Elizabeth prefería un plato sencillo a un ragú, se quedó sin nada qué decirle”.

Jesus R. Cedillo

Escritor y periodista saltillense. Ha publicado en los principales diarios y revistas de México. Ganador de siete premios de periodismo cultural de la UAdeC en diversos géneros periodísticos.