Mucho se habla de la locura de la maternidad. De las noches sin dormir, de las comidas frías por comer, de los juguetes que habremos de pisar, de los llantos que debemos de consolar, y las peleas que tenemos que separar. Se habla de lo mucho que nos perdemos a nosotras mismas en este camino por encontrar nuestra nueva versión siendo mamás. Y de lo poco que nos reconocemos en todo lo que hacemos por nuestros hijos. Y así mismo, poco se habla que muchas veces dentro de esta montaña rusa de momentos buenos y malos, podemos y es válido llegar a la cima, a lo más alto, a la total plenitud.
Y no, no estoy hablando de ser una madre “perfecta” porque no existe tal cosa, por más que a veces lo queramos intentar, tampoco estoy hablando de fingir que todo está bien en momentos que claramente no lo está.
Me refiero a esos momentos que llegan eventualmente, esos ratos, días o hasta semanas en donde a pesar de la locura de nuestro día a día, del cansancio, o de la rutina, del trabajo, de los temas personales o familiares que pudieran llegar a incomodar de pronto, nada de eso puede derrumbar el estado de plenitud y paz que logramos alcanzar. Porque se vale, y claro que se vale. Se vale agradecer por tus hijos, su salud, la estabilidad económica en la cual se encuentran, los amigos que les rodean, y cuando hablo de todo esto me refiero a todos en la familia.
Ese sentimiento de plenitud que si no ha llegado eventualmente mientras sigas manifestando por él podrá llegar.
Y ¿por qué platico todo esto? ¿acaso es posible? Dentro del caos, el día a día, las diferencias, el cansancio, la comparativa, y todo absolutamente todo lo que abarca el ser mamá y ser mujer, también podemos encontrar un estado de; sentirnos tan agradecidas con lo que tenemos y lo que hemos construido, que decidimos no darle la importancia y no dejar que nos quite nuestro estado de paz, los problemas que nos estén rodeando en este momento de nuestras vidas.
Y si, la vida puede dar mil vueltas, de un día para otro podemos pasar de estar en la cima a estar tocando fondo. Pero, la magia del presente, del aquí y del ahora está en disfrutar cada segundo de tu felicidad en este momento. Cada segundo de mirar a ver tu vida y decir: gracias.