Para dedicar atención a algo o a alguien se requiere invertir energía, tiempo y esfuerzo
Tu atención es tan poderosa que tiene la capacidad de dar vida y de nutrir a todo lo que se dirige. Tus seres queridos la sienten, tus compañeros de trabajo la agradecen, las plantas lo demuestran y cualquier proyecto lo revela en sus resultados.
La atención hoy es un valor muy preciado. Podríamos compararla con un rayo láser, cuya fuerza y concentración crea un haz de luz coherente y poderoso que puede modifi car por completo su objetivo. Sin embargo, ese valor se ha vuelto un bien escaso, se ha convertido en el tipo de luz que emite un foco de bajo voltaje: su alcance es débil, general, disperso y no ilumina nada bien a bien. Sin luz, las personas y las cosas simplemente desaparecen.
Absolutamente todo, desde las personas y los animales, hasta las plantas y los objetos, son susceptibles de atención. ¿Qué te distrae de atender lo importante? ¿Quizá la tecnología, el diálogo incesante de la mente, las sensaciones físicas, el exceso de trabajo, el rencor o el desorden?
Pon atención a lo que le pones atención
En 1972, los científicos E. Haraldsson y T. Thorsteinsson, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Islandia, realizaron un experimento en su laboratorio para ver qué tanto la atención e intención influían en el crecimiento de un fermento. Para ello colocaron levadura en una solución nutritiva dentro de 240 tubos de ensayo, mismos que dividieron en dos grupos de 120 cada uno.
Durante doce sesiones, siete voluntarios se sentaron a un metro de distancia de los tubos sin poder tocarlos ni acercarse a ellos. Sólo concentraron su atención durante diez minutos en hacer crecer la levadura. La otra mitad de tubos se dejó aparte sin trabajo alguno.
Después de las sesiones, ambos grupos de tubos fueron puestos en una incubadora durante 24 horas, para medir el crecimiento de la levadura en cada uno. El resultado fue que 58 por ciento de los tubos a los que se les prestó atención, creció más que los otros.
De igual manera, cuando diriges tu atención hacia una persona o hacia cualquier cosa viva, se crea una energía que tiene efectos medibles. Y si dicha atención se acompaña de una intención de afecto y aceptación, creas esa energía que llamamos amor.
Es verdad que para dedicar atención a algo o a alguien se requiere invertir energía, tiempo y esfuerzo. Por lo tanto, la pregunta central que debemos hacernos es ¿a qué le quiero dar dicho regalo? Esa decisión no debe surgir del ego, la cartera, la carrera profesional ni de lo que la sociedad dicte o ponga de moda. La decisión debe surgir del yo profundo, es decir, del corazón.
¿De dónde surge mi atención?
La respuesta ineludible es: de la conciencia, la cual se expresa a través de cada uno de nosotros. ¿Y qué es la conciencia? Aquello sin tiempo ni espacio que subyace a toda condición, forma y creación. Desde la formación del universo, hasta la unión de los átomos que conforman cada partícula del cuerpo. Es lo que le da vida a la vida, es la fuerza más allá de nuestros cinco sentidos que ve a través de nuestros ojos y nos diferencia de todas las especies vivas. Los físicos le llamarían campo unificado, campo de potencial y, de otras maneras. Como dijimos, también la llamamos amor. De eso es de lo que está hecha nuestra esencia, nuestra casa interna, nuestro yo y eso es lo que regalamos. Sólo se trata de contactarlo y entender el superpoder que tiene para nutrir y hacer crecer lo que deseamos transformar. ¿Te has preguntado a qué le pones tu atención? Recuerda que tienes un superpoder.