Isidro López: Un hombre sin miedos

 

Conoce más de Isidro López a través de esta entrevista exclusiva con 360. donde nos habla de su vida y todo lo que ha tenido que enfrentar. 

Texto: Quetzali García

Fotos: Luis Castrejón

Es mi primera entrevista con un político en años. Isidro López Villarreal llega al periódico acompañado por su asistente personal. No hay guaruras, no avienta dinero ni abraza a nadie entrañablemente. Aquí no debe ‘favorcitos’ o es que sencillamente se acerca la hora del cierre y la Redacción está ocupadísima como para voltear a ver al Presidente Municipal. Trago saliva. Preparando mi cuestionario (corrección: poniendo en Google su nombre), sólo encuentro que se han dedicado planas enteras a cuestionar su administración, sus decisiones e incluso a su familia. Los medios más serviles y fieles a las anteriores administraciones atacan con rabia cada movimiento del personaje que tengo frente a mí.

No es novedad que en Coahuila las palabras, las planas y hasta los twits valen su peso en ‘apoyos’ y ‘cocos’. Hay columnistas que vendieron su alma al diablo por maestrías en España o ‘periodistas’ que tienen a media familia comiendo del erario. Pero esos mismos que antes servían de alfombra a otros gobernantes hoy por hoy no se limitan a la hora de emitir juicios de valor del tipo que tengo enfrente. Los reporteros que practican la propaganda en lugar del periodismo, escriben titulares como “Isidro no tiene palabra”.

¿Qué hace tan mal este empresario que levanta ámpulas en la hemeroteca? ¿Cómo puede dormir bien el Alcalde más cuestionado? Empieza la sesión de fotos. Hace algunos chistes y ya se ganó al fotógrafo con su carisma. A mí no. Se me indica que el Alcalde viene a platicar. “¿A platicar?” -interrumpo-. No, señor. Viene a que lo entreviste. Son cosas muy diferentes. En tono muy serio su asistente me pide una disculpa y accede a que la entrevista se realice sin giros, ni ángulos preseleccionados. No tienen malicia. Nada. Cero. ¿Es un político? ¿En serio? Por eso lo odian los que comen de los moches.

 

Tres dólares de distancia

Saltillo está a tres horas de la frontera con Estados Unidos. Pero también a tres dólares. La gente cruza el puente de migración para allá y cambia su actitud: no tira basura y maneja de la mejor forma. Sabe que de no hacerlo habrá consecuencias. No solo eso: algunos estadounidenses con los mismos tres dólares de distancia entran a México y hacen lo que allá no harían ni de broma, los he visto tomando y tirando las cervezas por las ventanas de sus coches. La diferencia no son ni las horas ni los dólares, ni el idioma. La diferencia es que allá te van a pescar y cruzarte un rojo te va a salir en una buena lana. Aquí, desgraciadamente, con una mordida lo arreglas”.

Lo que es no tener un peso

El momento más difícil no fue cuando vivió por su cuenta y dejó la casa paterna, ni cuando tuvo que vivir con amigos antes de conseguir empleo. Lo más difícil fue cuando ya con familia hubo un momento en el que no podía permitirse comprar ropa especial para su bebé ni un vestido a su hija. “Fue muy duro, pensar ¿ahora, de dónde lo saco? eso me dolió en su momento. “Ese día empecé a valorar las cosas por el número de salarios mínimos que me costaban. Cuando dije esto son ocho horas de trabajo de una persona. Dejé de ver las cosas como despilfarro o con la idea de comprar lo mejor aunque no lo necesitara. Empecé a decir, oye mejor lo ahorro o lo comparto con quien lo necesite para salir adelante”. A pesar de todo Chilo piensa que “la pobreza que más duele es no tener cariño, no tener una caricia, no tener a alguien que te tome en cuenta. Tener necesidad y no sentirse amado eso es lo más duro. Ese peso, el de la ausencia de alguien que amas es el peso que más puede”.

Mi hostilidad no fue contestada con “le damos para las cocas”, “algo en que se le pueda apoyar”, “necesita algún favor”. Nada. El señor sigue tranquilo y me dice que contestará lo que le pregunte. Empiezo a pensar que a este político le dejaría las llaves de mi casa. Una oración que jamás pensé escribir, por cierto. El frío de la habitación comienza a hacer estragos. Pido a mis compañeras un abrigo. Tenemos poco tiempo. Chilo, sin decir nada, se quita la suya y me la ofrece.

Fue difícil generar un cuestionario que abarque la carrera de Isidro López Villarreal. Ha sido odiado por los saltillenses por las fotomultas. Ésas de las que nadie se queja en Primer Mundo, de las que no me quejo yo que perdí a un amigo de la infancia en un accidente donde la velocidad irresponsable tuvo un juego letal. Luego, lo linchaban por el taxímetro, una ley que hace que los taxistas estén en competencia justa con Uber, servicio que también dejó entrar a la ciudad. Finalmente es el niño (no tan niño) ‘tipo bien’ que puso a su familia y amigos en el ojo del huracán, el abuelo que ha recibido amenazas y golpes bajos. Sí pero ¿quién es Chilo?

Ya no soy el Isidro que se agarraba a golpes de chiquillo afuera del Colmex. Ahora me gusta convencer. Ante las injusticias cometidas contra mis hijos, que es donde más duele, me detiene pensar que somos mejores que eso, que las mentiras, que los golpes bajos. También entender que el otro tiene derecho a ser otro. Y que inclusive cuando afectó tus derechos humanos, tú no debes afectar los de él. Yo debo hacer que respeten mis derechos humanos por las vías establecidas por la ética y por las leyes, jamás por mi propia mano. Hay que creer en la paz. Yo creo en dar el ejemplo de que sí se puede”.

Y sí. Se pudo. Chilo es un ejemplo de que sí se puede. Logró su triunfo en los tiempos del moreirato. En un Saltillo acostumbrado a las balaceras, donde las calles cobraban vidas humanas; de periódicos y canales de televisión que se hicieron millonarios de la noche a la mañana mientras la deuda estatal no se acababa de ver. Las encuestas le gritaban a este señor con cara de buena gente que mejor se fuera a gastar su dinero al extranjero.

El candidato a vencer era apodado como el ‘Diablo’. Y tenía como principales fanáticas a las lideresas que entregaron esa tarde de elecciones litros de menudo y kilos de barbacoa a cambio de votos en celulares. Todo esto documentado por distintos medios de comunicación a nivel nacional e internacional.

Tenía sólo un año de militancia en su partido. Su familia es conocida en Saltillo por una trayectoria industrial. No tenía hambre ni de poder ni de dinero. Eso sí, confiesa Chilo “mi papá nos dio educación y una niñez ‘a todo dar’, pero cuando adulto joven me dejó bien claro: “Yo tengo dinero, tú no”.

¿Cuál fue la última obra de caridad que hicieron por usted?

Cuando los ciudadanos votaron por mí”.

¿Cómo quiere ser recordado?

Como el alcalde que no robó ni poquito. Es mi sueño lograr una administración transparente donde nadie saque provecho y que todo sea empleado en la gente. No para dar dádivas ni mantener mentiras, sino para hacer mejor todo desde las luminarias hasta la filosofía del ciudadano”.

Del espionaje, las calumnias y otros demonios

No me gusta rajarme. Si no le entraba (a la alcaldía) hubiera actuado por miedo o por el qué dirán. Eso jamás lo voy a hacer. El miedo detiene. Yo tuve que tomar una decisión más allá de que me amenacen o rechacen, sino por lo que yo pensaba que estaba bien. De no hacerlo me hubiera sentido mal. No podría decirles a mis hijos ni a mis nietos que lo intenté. Que intenté hacer las cosas bien. Me pueden derrotar pero no me pueden decir que no luché. Aclaro: En una lucha inteligente, una lucha de propuestas, de ser mejores. Yo todos los días pienso en el bien común. No hay sacrificios para el bien común porque te sientes muy bien y todo se devuelve. El sacrificio puede ser físico, pero hay una realización mental y te sientes pleno. Creo que me hubiera traicionado a mí mismo si cuando me invitaron a lanzarme hubiera dicho que no”. El camino ha sido difícil porque distintas personas y medios han atacado al Alcalde en el talón de Aquiles de cualquiera: la familia. “Yo sabía que venían este tipo de situaciones. Mis hijos han sido víctimas de calumnias. De una de ellas aventaron folletos llenos de mentiras. Esas cosas no son ciertas. Todo lo que digan los demás de mis hijos me tiene sin cuidado. Yo confío en mis hijos. Y por mí, que los investiguen. Duele que lo hayan hecho en lo personal, cosa que ya no tiene nada que ver con lo que yo haga en mi parte administrativa. Pero son ataques de gente que está de acuerdo con la corrupción y se prestan a esto sin importarles su dignidad”.

A pesar de éste y otros golpes bajos de ‘la polaca’ Chilo dice que no pierde la fe. “Un año antes de que falleciera mi padre yo le pregunté: por qué nos había enseñado a no agarrar moches y no dar mordidas. Él me dijo: “Nunca pierdas la fe, porque el día que la pierdas vas a empezar a ser igual que ellos: vas a empezar a rebajarte, a no ser respetuoso con la gente, a que te valga madre y que por un peso más digas mentiras. Una vez que haces eso, para regresar a lo que eras -a lo bueno que había en ti- va a estar bien ca…nijo”.

¿Por qué no dar ni recibir mordidas?

De la honestidad y los valores te impregnas de quienes te rodeas.

Mi papá también me dijo que no me metiera mucho en política. En eso sí soy un hijo desobediente porque para cambiar las cosas, para ser un país donde todos tengamos acceso a salud, alimentación, vestido, infraestructura y educación… primero hay que participar como ciudadano.

Yo creo en la buena política donde se considera al que más lo necesita, pero no se le dan dádivas: se le enseña a obtener lo que quiere y a que piense y a que de lo mejor de sí. Con esto es decir que cada vecino se haga responsable de la comunidad. Pueden venir tormentas y lo que sea, pero si entre tu grupo te das seguridad podemos regresar a la época en la que salías y conocías a todos tus vecinos.

A la época a la que no le tenías miedo al otro. Le dabas una sonrisa. Esto no lo digo solo yo, lo dice la ONU y creo que todas las políticas de paz van enfocadas al desarrollo sustentable del ser humano y de la comunidad en que se desarrolla. La filosofía del desarrollo sustentable: poder producir para uno mismo y estar en equilibrio interna y externamente”.