Salvados por una sonrisa, columna de Juan Antonio Ruiz | Saltillo360

SALVADOS POR UNA SONRISA

En esos terribles momentos en los que personas perdidas estaban de pie en lo alto del abismo, pensando en lanzarse, una suave voz rompía el sonido del viento y el rugido de las olas “¿por qué no vienes y tomamos una taza de té?”. Y al volverse, una sonrisa fue muchas veces su salvación.

Durante más de cincuenta años, un ángel protector se ha dedicado a vigilar un peñón en la entrada al puerto de Sidney, The Gap es una plataforma rocosa considerada como uno de los más notorios lugares de suicidios en Australia.

Don Ritchie, ahora con ochenta y tres años, se levanta todas las mañanas y lo primero que hace es echar un vistazo con sus prismáticos. Cuando ve a alguien de pie demasiado cerca del borde, se apresura para llegar a su lado y le ofrece su ayuda: una sonrisa.

Según cuentas oficiales ha salvado a más de ciento sesenta personas que acudieron al lugar para suicidarse. Pero él no lleva cuenta personal: está siempre allí dispuesto a acercarse a todas esas personas desesperadas y ofrecerles una oportunidad. Y lo hace del mejor modo que puede “les sonrío”.

No intenta asesorar, o dar consejo, ni quiere entrometerse. Solamente les ofrece una cálida sonrisa y les invita a una taza de té en su casa. Y  muchas veces le acompañan.

Ciertamente una sonrisa no salva a cualquiera -le ha tocado presenciar de cerca muchos suicidios, pero Ritchie es un ejemplo claro de que no se puede minusvalorar su eficacia: una sonrisa puede hacer milagros.

Vivimos en una sociedad en la que a muchas personas les falta un sentido para vivir, en la que muchas veces experimentan la falta de cariño o no sienten que alguien les transmita ese amor que todo hombre necesita para vivir. Para tantos en esta situación, un hombre que se interesa por ellos, que quiere ayudarles y que les ofrece una sonrisa es una auténtica tabla de salvación.

Una sonrisa alivia el cansancio, renueva las fuerzas y es consuelo en la tristeza. Una sonrisa tiene valor desde el momento en que se da, y tiene un efecto reproductivo: provoca, casi siempre, la sonrisa en quien se tiene delante.

Estamos en tiempos de inventar o restaurar de nuevo las conferencias en silencio.

Éstas son las buenas obras, y Ritchie nos da su conferencia silenciosa cada día. Si crees que a ti la sonrisa no te importa nada, sé generoso y da la tuya, porque nadie tiene tanta necesidad de la sonrisa como quien no sabe sonreír.

Juan Antonio Ruiz

Sacerdote legionario de Cristo dedicado a la formación y orientación de la familia y la juventud saltillense.