SALTILLO GASTRONÓMICO (4)

JESÚS R. CEDILLO

Atentos lectores se han comunicado con este escritor para comentar la saga de textos sobre esta gastronomía saltillense pergeñada por don José García Rodríguez en su novela “Las tres hermanas.” El libro está editado en 1981 en edición príncipe, tiene poco más de 270 páginas y en el texto hay al menos 60 referencias gastronómicas (comida y bebida), con lo cual nos podemos dar una fiel idea de lo que se comía en Saltillo en los inicios del siglo XX.

Me dicen que hay una reedición reciente pero, igual a la primera, ya no se consigue. Yo tengo una copia del libro y la verdad no recuerdo dónde, ni cuándo la conseguí. Hay otra copia, que tiene en su poder el chef internacional Juan Ramón Cárdenas del mítico restaurante “Don Artemio”. Dicha copia la tiene en su biblioteca secreta, que posee una puerta giratoria que nunca, jamás, se sabe cómo abrirse y en qué hora del día se abre o se cierra. Imagino el libro debe de estar en varias bibliotecas de la ciudad y del Estado de Coahuila.

Sin más preámbulo, van otros fragmentos sobre comida y bebida de la novela: “… a la medianoche pudimos cenar carne asada, queso, tortillas calientes, leche fresca de cabra y acostarnos en un colchón de hojas secas que, al menos a mí, me pareció colchón de plumas”.

“Como quien maniobra en terreno conocido, Fortunato sacó de una caja dos galletas de soda, cortó una lonja  de queso que estaba en el mostrador, bajo una campana de vidrio, llenó una copa de vino tinto de la espita del barril, y con su improvisado refrigerio entre las manos, se puso a comer y ver el juego”.

“(El librero Pérez)… contrató su asistencia en la Fonda de la Güera, donde le daban de comer muy a su gusto. Era buen patriota y tenía excelente estómago; cualidades que le permitían no desairar los chiles rellenos, el mole poblano y la fritada de cabrito, que constituían el perenne menú del establecimiento”.

“Los tres amigos se sentaron en una mesa, y como los mozos se hicieran disimulados, por saber que el consumo de ellos era poco, y nula la propina, don Cuco tuvo que llamar repetidas veces, dando palmadas, para que les sirvieran, como de costumbre, tres mezcales y un platito con sal y rajas de limón”.

“(En el Mercado) en la sección de las carnicerías, donde colgaban de garfios y espeteras los grandes trozos sangrantes –piernas,  costillares, cabezas de res y de carnero con los ojos en blanco y la lengua de fuera–, pollos desplumados con las patas contraídas, y canales de cabrito y de conejo, medio envueltas en la ensangrentada pelleja, los enjambres de moscas eran más tupidos y pegajosos…”

“Las tandas de coñacs y otros licores circulaban frecuentemente entre los grupos de visitantes, enviadas por las providentes señoras y señoritas que entendían de tal menester… La comida fue un verdadero banquete”.

Muchos fragmentos quedan en el tintero e incluso un acercamiento sociológico y comparación entre los alimentos tomados por la clase social baja (los pobres o el pueblo) con los alimentos y bebidas de un comerciante, los políticos o los nacientes revolucionarios. Mucho por explorar próximamente.

Jesus R. Cedillo

Escritor y periodista saltillense. Ha publicado en los principales diarios y revistas de México. Ganador de siete premios de periodismo cultural de la UAdeC en diversos géneros periodísticos.