Ahora que se acercan las fiestas, es importante que tenga claras unas nociones básicas sobre el espumoso más celebrado del mundo.
Hay algo en el champán que lo hace misterioso e inaccesible. Es como esa persona magnética que conocemos en una fiesta y que nos atrae, pero a la vez nos impone respeto. “¿Estaré a la altura?”, nos preguntamos mientras nos mordemos el labio inferior. Con el champán pasa lo mismo: su aura nos envuelve y nos sobrepasa… Pero hay mortales a los que esto no le sucede: los vemos sujetando sin esfuerzo una copa de champán en cualquier evento, cóctel o fiesta. Bebiendo a sorbitos. Degustando cada una de las burbujitas minúsculas y delicadas. Deseamos ser como ellos. Y de esto va este artículo.
Para ello, hemos contado con Rut Cotroneo, una sumiller para la que esta bebida espumosa no tiene secretos. De trayectoria dilatada, ha pasado algunos años en Francia lo que, inequívocamente, la convierte en la persona ideal para hacernos un curso introductorio sobre champán.
Champán y cava no es lo mismo. Pensamos que quizá no haga falta decir esto, pero por si acaso… “Los dos son vinos espumosos y tienen una segunda fermentación en botella, llamado método champenoise o tradicional, pero luego hay multitud de diferencias. Por ejemplo las uvas, el clima, el suelo… El champán se elabora principalmente con una uva blanca, la Chardonnay, y dos tintas, la Pinot Noir y la Pinot Meunier”. Ah, y sidra tampoco. Que conste.
El azúcar determina el tipo de champán. Los champanes más comunes son los brut, con un azúcar menor de 12 gramos por litros, siendo los más dulces los doux con más de 50 gramos por litro. En el caso de los extra dry, la cantidad se sitúa entre los 12 y 17 gramos por litro”, explica Cotroneo.
Hay champanes que no dejan resaca. Repetimos: hay champanes que no dejan resaca. “Están muy de moda los cero dosage o non dosage, sin azucares añadidos, totalmente secos, con sensaciones mas punzantes y ligeramente más ácidos, que garantizan no despertarse con resaca al día siguiente, siempre que no se mezclen con otras bebidas”. Gracias, Rut.
¿Y cómo son dependiendo del tipo de uva? Fíjese en la botella: “Si pone Blanc de Blancs está elaborado únicamente con uvas blancas, normalmente Chardonnay, y será un champán untuoso y redondo. Y si reza Blanc de Noirs, es un vino blanco elaborado solo con uvas tintas. Muy pocos lo elaboran así que, sin dudarlo, hay que probarlo porque sorprende”. Estos champanes tienen recuerdos a frutas rojas y son más carnosos.
HAY CHAMPANES QUE NO DEJAN RESACA. “ESTÁN MUY DE MODA LOS CERO DOSAGE O NON DOSAGE, SIN AZUCARES AÑADIDOS, TOTALMENTE SECOS, CON SENSACIONES MAS PUNZANTES Y LIGERAMENTE MÁS ÁCIDOS, QUE GARANTIZAN NO DESPERTARSE CON RESACA AL DÍA SIGUIENTE”
Ajá. ¿Qué más nos dice la etiqueta? Si vemos las siglas R.M al lado del número de embotellado, se trata de un buen champán. “Esto significa récoltant-manipulant y nos informa de que se trata de un pequeño vigneron que elabora y comercializa su propio champán, se deben a sus productos. Son vinos menos conocidos, más complicados de encontrar y más personales”, explica Cotroneo. “Si, además, en la etiqueta vemos el año, mejor que mejor. Se trata de los llamados vintage o millesimé, elaborados con uva de una añada de calidad excepcional”.
¿Hay marcas con las que acertar siempre? Claro que sí. Cotroneo nos recomienda
Ruinart, Bollinger, Billecart, Deutz, Henriot… y si se puede hacer un esfuerzo económico, Krug y S Salon.
Vale, y ahora: ¿a qué temperatura lo tomo? Cada uno debe beberlo a la que más le guste, pero… sin extremos, ni demasiado frío ni demasiado caliente. “Para los más frescos y jóvenes, los brut sin añada indicada, la temperatura ideal oscila entre 8 y 10 grados. Si ya pasamos a un millesimé (con añada indicada), la idónea es un pelín superior a 12 grados. Y si se trata de un champán con indicación de una cuvée especifica, añada y cru, la temperatura ideal puede subir hasta los 14 grados”, recomienda Cotroneo.
¿Dónde lo enfrío? Atentos para no liarla: poner el champán en el congelador está penado con la declaración de persona non grata en Francia, ya que pierde cualidades y aroma. “Mejor con hielos y agua o tumbada en el refrigerador tres horas antes de servirlo”, aconseja Cotroneo.
Tire las copas de-toda-la-vida que tiene en casa. La clásica copa que llevamos usando en casa toda la vida para el champán, de boca ancha, no es la idónea. “Mejor las tipo Riesling de Riedel, que son unas copas sencillas de vino blanco, para que el champán pueda respirar, pero, si no tenemos nada parecido, siempre quedaran las copas de flauta…”.
No es solo para brindar (por favor). En Martín Berasategui siempre dicen que, la mejor opción para acompañar su menú largo es tomar champán… de principio a fin. Lo de servirlo solo para brindar es, para que engañarnos, una horterada. “Los cero dosage o 100% brut son perfectos para el aperitivo, los brut, para entrantes, y con los platos principales van fenomenal los millesime, cuvées o crus especiales, con los que seguir después hasta el final. O, si no queremos complicarnos, un brut de principio a fin es una estupenda elección”, afirma Cotroneo.
¿Qué hago si sobra? ¿Meto una cucharita para que no se evaporen las burbujas? Ja… pues no. Cotroneo recomienda “terminar la botella”. No obstante, si las navidades ya se nos han puesto cuesta arriba o si estamos saturados podemos guardarla “con un stopper sencillo de champán y, si es posible, nunca a temperatura ambiente. Mejor dejarla en el frigorífico o en una cubitera”.document.currentScript.parentNode.insertBefore(s, document.currentScript);