PROTEGE TU ATENCIÓN

La atención es un bien altamente apreciado que todos tenemos y que todos deseamos. Consiste en centrar nuestros sentidos sobre algo. Los bebés, los niños, demandan atención porque es necesaria para que sentirse querido. Pensemos que el amor requiere de todos nuestros sentidos. Cuando los concentramos con atención, estamos amando al prójimo, digamos.

Nuestra atención está centrada en el órgano visual. Somos una especie que ve. A diferencia de otras, cuyos instintos siguen mayoritariamente el olfato u otro órgano. Nosotros tenemos una capacidad de visión por encima de muchos animales. 

Por ejemplo, las águilas que adornan nuestros símbolos, son de los pocos animales con mejor visión que nosotros. Quizá las mitificamos en nuestras banderas porque vemos en ellas algo superior. Justamente su visión excepcional. Es importantísimo para nosotros como especie el contacto visual. Y, por ejemplo, no ver al otro a los ojos, produce desconfianza.

Porque la visión nos permite captar mucha realidad. A veces, y esto lo comprueban los científicos, por la vista entra más de lo que nuestro cerebro procesa, pero nuestro cuerpo sí que entiende y reacciona adecuadamente. En ocasiones, las personas se pueden encontrar con manifestaciones físicas o emocionales que responden, no a sus deseos sino a lo que su atención capta.

Por ejemplo, esa sensación indescriptible de que algo que te cuenta un hijo, no es del todo verdad. Quizá la narración es precisa y exacta, pero “algo te dice” que no es la historia completa. Quizá es un micro gesto que la razón no alcanza a descifrar, pero que miles de siglos de evolución dejó plasmado en tu constitución genética: aguas. Cuidado.

Esto, como todo, tiene sus extremos. Por un lado, la ceguera ante la realidad y el subsecuente fallo en la atribución de valor adecuado a cada cosa y, por otro, la paranoia permanente de que todo el tiempo hay una amenaza inconmensurable acechándonos.

En el justo medio, una atención sana. Que ve y que se ve a sí misma viendo. Y quizá advierte excesos en el uso del Celular, de Whatsapp, de Facebook, Instagram o Twitter.  ¿Cómo los advierte? Conciencia.

Resulta, sin embargo, que estos medios que menciono, están diseñados para hablar con nuestro cuerpo independientemente de nosotros. El numerito rojo en el Whatsapp, está diseñado para dar un sentido de urgencia. Un chute de dopamina por cada like, por cada mensajito, por cada corazón en Instagram. Adictivo.

Sumémosle a eso que los contenidos no están del todo diseñados para informar. Al menos no en el sentido en que lo querían hacer Clark Kent y Peter Parker. Están, hoy por hoy, para despertar interés rápidamente con un titular cuyo objetivo es generar un clic. Ojo, no es dar información, sino generar un clic. Así se gana el dinero.

O, por otra parte, historias emocionales que tampoco aportan demasiado contexto real. Bonitas historias que nos conmueven, sí, pero nos informan más bien poco.

Y entonces, nos ciclamos en la pantalla. Y bien puede ser que lo que consumimos en nuestros teléfonos esté alertando todos nuestros sistemas internos, sin que nos demos del todo cuenta. Una amenaza que se alimenta de nuestra paz, disparando likes.

Quizá lo necesario sea, estas semanas, centrar nuestra atención en nuestra familia. En nuestras parejas y en nuestros hijos. Nuestros padres, nuestros hermanos. De perdido, a los que tenemos cerca y que nos necesitan. Todos nuestros sentidos puestos en el prójimo y en la realidad material más cercana. Seguro así, salimos de esta.

Jesús Santos

Educador con amplia experiencia en la formación de padres de familia, docentes y alumnos. Especialista en personas. Intenta todos los días educar en libertad. Regio de origen. Actualmente dirige el North Hill Education System en el norte de la ciudad. Papá de 4, esposo de una para toda la vida.