![JESÚS CEDILLO](https://d2m1kqghccc19k.cloudfront.net/wp-content/uploads/2020/12/24055547/shutterstock_254615293.jpg)
En el texto pasado dimos a conocer la gran noticia de que la Real Academia de la Lengua Española (la de España) había incorporado en su nueva edición (Diccionario), el término y palabra “Nacho” para referirse a esa botana (“comida”, definieron ellos) que usted y yo conocemos desde siempre: triángulos de tortillas de maíz sobre los cuales se le puede volcar una cantidad inusitada de alimentos: quesos de diferentes tipos, frijoles, elotes, ensalada de legumbres, pequeños trozos de carne con chile, rajas de chile poblano, rajas de chiles en vinagre… en fin, nuestra variedad culinaria y de imaginación no tienen fin.
Y usted lo sabe y lo platicamos en el texto pasado, insisto, el “Nacho” tiene su paternidad en Piedras Negras, en el año 1943 cuando el cocinero Ignacio Anaya García tuvo que improvisar sobre la marcha y en cuestión de minutos, para dar algo qué comer a un club de encopetadas damas gringas, las cuales querían alimentos en su mesa; el cocinero agarró unos trozos de tortilla de maíz, les puso queso, los metió al horno y al sacarlos, les añadió el infaltable toque mexicano: les puso arriba rajas de chile. Así nacieron los ya mundialmente conocidos “Nachos.” Ahora, ya incluidos como término y palabra de uso en idioma español por la RAE. No menor la noticia.
Y todo es una fiesta y todo tiene qué ver con la comida, con la gastronomía. En estas ya inminentes Navidades, tal vez no va a ser una ceremonia y celebración tan pomposa como en años anteriores, pero usted no deje de celebrarla, señor lector. Siempre hemos asistido a una especie de cocina de celebración, ritual y de fiesta. Todo es una fiesta. Más en esta parte del mundo llamado México. Un banquete recibe a los novios. La pareja de enamorados no pueden ni deben celebrar su amor en privado, no. Debe ser público, bullanguero, ruidoso y todo ello aparejado con una opulenta comida o cena a escoger. De aquí entonces deriva ese platillo tan mexicano como fiestero; ubicuo, sí, pero el cual ha tomado carta de residencia en la vecina y bella ciudad de Zacatecas: asado de boda.
Todos los restaurantes zacatecanos, desde el tipo gourmet hasta la fonda más acogedora y rústica, presumen su blasón: asado de boda. No pocas veces me ha tocado parar oreja cuando turistas despistados piden una explicación y referencia de qué contiene dicho platillo. Ante lo cual los dilectos camareros sólo se encogen de hombros y espetan, pues es un asado, como si estuviese en una boda. ¡Ah, alta cocina ceremonial!
En Chiapas, no puede uno venirse de allá sin haber comida caldo o sopa de chipilín, cochito, hormigas crocantes o bien, chanfaina de venado… un manjar. Por lo anterior, es obligado y más en Piedras Negras, dar perspectiva histórica y de residencia a eso llamado “Nachos”, organizar todo un festival al respecto, darle variedad de preparación a semejante botana y comida (“snack” dicen los gringos que se quieren apropiar del platillo) y en fin, promoverlo y tenerlo en todas las cartas de restaurantes de Coahuila.
Lástima que nuestras autoridades (Turismo y Cultura) no tienen ni imaginación ni ganas de hacer todo el trabajo anterior. Regresaré al tema.