JESÚS R. CEDILLO: Virginia Woolf: alimentos para hombres y mujeres

JESÚS R. CEDILLO: Virginia Woolf: alimentos para hombres y mujeres

Fue una mujer y no un hombre quien en 1929 lo notó inmediatamente: la alimentación del hombre y la mujer influye de manera total en su capacidad física y por supuesto, en su funcionamiento mental, su capacidad intelectual. Comer hace la diferencia, amén de tener dinero (independencia) y un cuarto propio (espacio para al soledad, el confort y el vagar libremente). Creo usted ya sabe de quién hablo. Sí, de la inconmensurable Virginia Woolf a la cual abordamos someramente en el texto pasado. En su memorable y clásico ensayo, “Un cuarto propio” (para fortuna mía tengo la traducción de Jorge Luis Borges de 1984 para editorial Colofón), deja caer su idea, una idea ya clásica, puntillosa, lacónica, letal y en apariencia incluso, trivial: “Una buena comida es muy importante para una buena conversación.” Y los platos, el desfile de ellos, los nutrientes y proteínas son importantes para potencializar el intelecto. O para castrarlo. Líneas después en su ensayo escribiría:
“”Uno no puede pensar bien, o amar bien, dormir bien, si uno ha comida mal.” Caray, hay que creerle a la Virginia Woolf. En su ensayo demoledor nos clarifica un almuerzo del profesorado y alumnos de la Universidad de Oxbridge, en contraposición con el almuerzo de las mujeres en el internado de Fernham. Lea usted rápidamente la comida de los varones: “… unos lenguados inauguraron ese almuerzo, unos lenguados sumergidos en una fuente honda, sobre los cuales el cocinero del Colegio había extendido una capa de blanquísima crema, aunque la jaspeaban borrones pardos como las manchas en el pelo
de una cierva. Después llegaron las perdices varias y múltiples llegaron con su debida escolta de salsas y ensaladas, las picantes y las dulces, todas en orden; sus papas, finas como fichas pero no tan duras; sus repollitos brotados como botones de rosa pero suculentos. Y no bien hubimos cumplido con el asado y su escolta, el silencioso servidor… erigió, festoneado de servilletas un postre que nació todo de azúcar… Mientras tanto las copas de vino se habían sonrojado y dorado; vaciado y colmado…” Una maravilla la descripción de la Woolf y un banquete de delicias en el almuerzo. Sin duda, inspirador. Pero ¿y las mujeres en su internado? Lea usted: “Aquí estaba la sopa. Era una sencilla
sopa de caldo.

“Y los platos, el desfile de ellos, los nutrientes y proteínas son importantes para potencializar el intelecto. O para castrarlo.”

Nada en ella para estimular la imaginación. A través del líquido se hubiera trasparentado cualquier dibujo del plato… vino después la carne con su acompañamiento de papas y verduras… una trinidad casera, evocadora de ancas de vacas en un mercado barroso… hubo después bizcochos y quesos, y luego circuló profusamente la jarra de agua…” “La lámpara (la inspiración) en la médula (cuerpo y mente) no se enciende con carne herida y ciruelas.” Virginia Woolf, ha 93 años de su ensayo, tiene razón. Para desgracia de todos, lo anterior sigue pesando encima de las mujeres y diario. 99% la culpa es estigma buscado por el llamado “segundo sexo.” Regresaré al tema. Buen tema para la discusión, harta discusión.

Jesus R. Cedillo

Escritor y periodista saltillense. Ha publicado en los principales diarios y revistas de México. Ganador de siete premios de periodismo cultural de la UAdeC en diversos géneros periodísticos.