Hace un par de semanas le platiqué aquí de un libro de pocas páginas, pero bueno como pocos, “Mi daiquirí en el Floridita” de la autoría de un investigador y escritor que ha hecho de la gastronomía cubana su “leitmotiv”, Fernando Fornet. Con media docena de libros mínimamente bajo su autoría, se ha especializado en cocina, gastronomía cubana. Y si hacemos referencia a la cocina y a la Isla de Cuba, esta no se puede escindir, paradójicamente, de un autor gringo, Ernest Hemingway.
Decir Cuba y La Habana es decir y nombrar a Ernest Hemingway, quien no fue un extranjero más, sino que vivió entre los pescadores como uno de ellos. Sus parrandas en la Isla son tan legendarias como los tragos por él inmortalizados: el mojito y el daiquirí. En el libro de referencia, el cual ya abordamos someramente, figura el fragmento de un texto de un periodista boliviano, Darwin Pinto, el cual nos da una idea de la estatura del Premio Nobel de Literatura y su relación con los pescadores y la vida misma en la Isla de Cuba:
“Los hombres que más lo quisieron nunca lo leyeron. Jamás se enteraron de que él era un escritor famoso, un Nobel, un Pulitzer de Literatura, un sobreviviente de dos guerras mundiales y la contienda civil de España, un escapista en contra de minotauros asesinos y boxeadores de piedra que querían partirle la cara…”
En otro testimonio incluido en el libro, el escritor Osmar Mariño relata lo siguiente cuando en 1956 se le rindieron los honores al escritor en la Cervecería Hatuey, por la concesión a Hemingway del Premio Nobel de Literatura: “Los pescadores de Cojimar fueron sentados en la mesa presidencial, lo cual nos revela la estatura espiritual de Hemingway… La cervecería se engalanó para recibir al homenajeado y sus invitados… el almuerzo fue también muy cubano: congrí, juca con mojo, plátanos a puñetazos o tostones, frijoles negros dormidos, puercos asados, masas de cerdo fritas y ensalada mixta de tomates, lechuga, pepino y aguacate, todo acompañado de una sabrosa cerveza fría Hatuey…”
Creo todo mundo, y es todo mundo, alguna vez ha probado en algún viaje, no solo en el extranjero, sino aquí en el país, los dos célebres cócteles que le deben su legendaria prosapia a Ernest Hemingway: el mojito y el daiquirí. Y claro que usted conoce dicha frase célebre en voz de su autor: “Mi mojito en La Bodeguita y mi daiquirí en El Floridita.”
Esta sentencia de tragos literaria es tan famosa, sí, como la del Agente 007 del servicio secreto británico, Ian Fleming, cuando pide su martini seco: “Agitado, no mezclado”. Vida, tragos y literatura, ¡gran combinación!” A vivir porque el mundo se acaba, señor lector.