COMUNES Y CORRIENTES: TAN ESPECIAL COMO EL DE AL LADO

COMUNES Y CORRIENTES

Se siente como la mañana de tu cumpleaños, como el momento en el que estrenas un vestido que te hace ver espectacular, como cuando te piden un consejo, una opinión, una palabra que otorgue rumbo y dirección, o como cuando alguien se tiene que bajar del elevador, pero tú no, tú puedes seguir subiendo. ¡Sentirse especial! ¡Qué cosa!

Todos somos susceptibles al halago. De hecho, Dale Carnegie publicó un libro sobre el poder del halago como la llave para influir sobre la gente. Dedica numerosas páginas a esa estrategia del arte político. Y es que qué bien se siente, sentirnos más bellos, más listos, más jóvenes que otros. 

Se siente bien, sin duda. La palabra más bella es nuestro nombre. Nos encanta pensar que somos los consentidos de mamá. Y que de seguro nos cedieron el paso en el semáforo porque al conductor le gustó nuestro coche. 

Se siente bien, pero todo esto es una ilusión.

No importa quién seamos, si tenemos un título universitario o una tina y trapeador como elementos del trabajo diario. Si hemos viajado a otros continentes o nos entusiasma regresar al rancho. No importa cuantos ceros tenga la cuenta o si solo está en ceros. Todos somos iguales, comunes y corrientes. Todos nos parecemos, incluso aquellos cuyo comportamiento nos asombra. 

El indigente, el sicario, la monja y el presidente son tan humanos como nosotros mismos. Reconocerlo es un tremendo gesto de humildad, empatía y respeto. Estos tres elementos son clave para dimensionar la percepción que podemos generar en los demás, transmitir confianza, asertividad y ser memorables.

Cuesta algo de trabajo encontrar una semejanza con alguien que duerme en las calles o que asesina por oficio, pero al final del día hay algo que nos une, que todos fuimos niños inocentes alguna vez. Se tiene que pensar de manera consciente y actuar, claro, hay que tratar a todos con respeto, pero el día que por fin lo aprendamos y caigamos en esa cuenta seremos capaces de vivir en un mundo más armónico, justo y en orden. Como dice la oración de la serenidad: “Dios, dame serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, coraje para cambiar las cosas que puedo y sabiduría para apreciar la diferencia”. 

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Clara Villarreal

Consultora de imagen personal, etiqueta empresarial y protocolo Institucional y organizacional.