VICTORIA GARZA VILLARREAL DEDICÓ SU VIDA A ENSEÑAR Y AYUDAR

ALDEGUNDO GARZA

 La maestra, cuya labor la hizo merecedora de la Presea Saltillo 2020, dejó huella en la ciudad y en todos sus alumnos.

FOTOS LUIS MELÉNDEZ

La maestra Victoria Garza Villarreal se dedicó a dos cosas: enseñar y ayudar. Eso fue su vida. Pero tuvieron que pasar 48 años antes de que su labor fuera reconocida con la Presea Saltillo 2020 en la categoría Post Mortem.

Nació en Monterrey en 1894, pero Saltillo significó todo para ella porque aquí creció. Su familia tenía un almacén de abarrotes muy grande cerca del río en la Avenida Constitución en Monterrey, mas una inundación lo destruyó: se llevó su mercancía, muebles, la caja fuerte y los impulsó a migrar a Coahuila.  

Ante las dificultades económicas, consiguió un empleo como maestra en la Academia Roberts, invitada por su fundadora, Miss Lelia Roberts. Así, se convirtió en la primera mujer de la familia en trabajar. Era 1927.

Posteriormente, en 1934, el profesor José Rodríguez González la invitó a formar parte de la Benemérita Escuela Normal de Coahuila. Allí, ella se encargó de diseñar el escudo que a la fecha tiene la institución, junto con su lema: “labor omnia vincit” (“El trabajo todo lo vence”).

En 1944, triunfó ante el mayor reto al que se enfrentó en su carrera. Junto con otros maestros, logró crear la Escuela Secundaria Nocturna, que después se convirtió en la Escuela Preparatoria Nocturna y actualmente es la Preparatoria Mariano Narváez.

ALDEGUNDO GARZA

Ella quería “lograr que se hiciera realidad la educación para los jóvenes o adultos que trabajaban y que no tenían más oportunidad de estudiar que por las noches”, explicó Aldegundo Garza de León, su sobrino.

Fue una mujer comprometida con la enseñanza, apasionada de las artes –en especial la literatura– y, sobre todo, que evitaba el reconocimiento. “Lo que buscó más y por lo que más luchó fue por el anonimato. Ella hacía lo que ella consideraba mejor, porque para ella eso era lo más importante”, expresó. 

Aldegundo Garza, uno de los pocos sobrinos que tuvieron la fortuna y dicha de convivir con ella, considera que su generosidad y sencillez son las grandes enseñanzas que le dejó. Jamás actuó por beneficio personal, económico o por reconocimiento. Tanto así “que tuvo que transcurrir prácticamente medio siglo para que su labor fuera conocida y creo que si en sus manos estuviera seguiría pasando desconocida”.

Cuenta cómo su tía Victoria lo llevaba a caminar después de la lluvia, por Los Chorros y los bosques en esa zona, hace 70 años. “¡Qué hermoso es salir a caminar cuando pasa la lluvia!, porque es realmente hermoso el olor de la tierra mojada”, recuerda que decía. Cómo trabajaba toda la mañana en la Escuela Normal de Coahuila, él iba por ella para llevarla a su casa a comer, y luego entraba a la Escuela Secundaria Nocturna a las 4 de la tarde y no salía hasta las 10 de la noche.

ALDEGUNDO GARZA

Pero en especial recuerda una anécdota en particular, cuando su tía Victoria aceptó ser aval de un familiar y terminó pagando la deuda, e incluso un segundo préstamo en el que habían falsificado su firma.

“Y pagó hasta el último centavo y el familiar nunca pagó nada, y yo me quedé verdaderamente sorprendido de su bondad y de su generosidad. Es difícil que uno conciba tanta bondad y tanta generosidad, y además haciendo todo lo que ella podía hacer para que no se supiera.

“No hubo queja de su parte, ningún reclamo, y yo creo que fue de las cosas que más me han marcado en mi vida”, contó. 

Era una persona extremadamente espiritual, aunque no era asidua a las prácticas religiosas. Tanto era su compromiso con la educación que fundó la Escuelita de la Montaña, para que los hijos de los mineros en una localidad de Nuevo León pudieran estudiar. Quizá sus caminatas por los bosques y la naturaleza le recordaban aquella época.

También fue muy querida en sus escuelas. Sus alumnas del Colegio Roberts publicaron en 1931 un libro de poesía, “Bajo el Alero”, que dedicaron a sus maestros, entre ellos a Victoria Garza. Además, la directora Manuelita Villanueva de Puig le escribió una biografía que ella agradeció con todo el corazón, pero mantuvo privada.

Aldegundo Garza fue reuniendo la historia de su tía, sus acciones y todas las maneras en que ayudó a Saltillo desde la educación. Así fue conociendo más, pues tuvo pocas oportunidades para sentarse a platicar con ella –era muy callada– y falleció cuando él tenía poco más de 30 años. “Y es de las cosas que más he sentido”, afirmó.

Heredero de su biblioteca personal “Anastasio Garza Treviño” –que ella nombró en honor a su padre–, decidió entregarla al Centro Cultural Vito Alessio Robles en 2012. Cuenta con libros valiosos, antiguos y algunos incluso en pergaminos.

Recibir la Presea Saltillo 2020 en su nombre “significó muchísimo, porque para mí ella era un ejemplo. Sentí que yo la recibiera, a mí me hubiera gustado que la recibiera ella, porque los méritos los hizo ella”, afirmó. 

La maestra Victoria Garza nunca sintió orgullo de lo que hacía, más bien satisfacción. La más grande fue ver que sus alumnos eran mejores que ella en algunos aspectos, ya fuera al crear un cuento o un poema. Eso la llenaba de alegría.

ALDEGUNDO GARZA

Victoria Garza Villarreal

Pasatiempos: Leer y escribir. Ella nació y vivió para eso toda su vida y fue siempre fiel. Tiene poesías muy bonitas, que algunas fueron publicadas.

Lugar favorito de Saltillo: Creo que su lugar favorito eran las escuelas donde ella impartía sus clases. Yo creo que fueron: la Escuela Secundaria Nocturna, la Escuela Normal de Coahuila y el Colegio Roberts.

Libro favorito: No, yo creo que eran demasiados los libros que ella quería mucho. Yo nunca le pregunté en particular si había algún libro, alguna publicación que a ella le gustara.

Qué le inspiraba: Su inspiración principal era saber que fue útil a su gente, a su tierra, en el tiempo que pudo educar y enseñar. Yo pienso que para ella lo más importante era transmitir a sus alumnos lo que ella era.

Qué le hacía feliz: Enseñar. Estar con sus alumnos. Para mi tía Victoria el concepto de felicidad era estar en su aula con sus alumnos.

Qué hacía los fines de semana: Ella era muy, en cierta forma, hogareña. Disfrutaba mucho de platicar con su familia, sobre todo con sus hermanos. No era muy salidora. Le gustaba la naturaleza, eso sí le gustaba. Cuando había oportunidad de salir a un día de campo con la familia ella siempre estaba dispuesta, lo disfrutaba mucho.

Algunas ocasiones que tenía oportunidad, muy pocas, de ir a la playa, era algo que ella disfrutaba mucho: sentarse a ver el mar, a oír las olas. Era algo que le llenaba.

Carolina García

Nació en Saltillo, Coahuila en 1995. Ama la lectura y narrar historias. Es licenciada en comunicación por la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Coahuila. Participó en las antologías de cuento: “Imaginaria” (2015), “Los nombres del mundo: Nuevos narradores saltillenses” (2016) y “Mínima: Antología de microficción” (2018).