Darle vuelta a la página

Los errores duelen, pero son nuestros más grandes maestros

A nadie le gusta equivocarse. Nadie extraña los malos ratos, los tragos amargos, las noches de desvelo por preocupación o las mañanas que arrancan desde muy temprano tratando de encontrar una respuesta: ¿qué hago?, ¿cómo le doy vuelta a la página? nadie le gusta equivocarse. Nadie extraña los malos ratos, los tragos amargos, las noches de desvelo por preocupación o las mañanas que arrancan desde muy temprano tratando de encontrar una respuesta: ¿qué hago?, ¿cómo le doy vuelta a la página?, ¿cómo sigo adelante?, ¿se vale cerrar el libro?

Quisiéramos tener una vida perfecta. Una en la que porque somos personas honestas y trabajadoras todo nos sale bien. Sin embargo la realidad es diferente. En el camino nos encontramos con socios poco honorables, amigos que nos odian, jefes temerosos de que los superemos, colegas que juran que jamás nos traicionarían y a la primera oportunidad nos señalan. Ni modo… así aprendemos. Pero para mí es imposible dejar de confiar. Al menos, en mi caso, sería contrario a mi naturaleza. Creo en la gente, en su bondad, en su palabra y en su capacidad. Creo en la gente y confío. Algunas veces me ha ido bien: he sido bendecida con amigos y compañeros cuyo cariño hace mi vida muy bella; con amigas que me orientan, estiran y empujan para que crezca y este crecimiento las impulse a ellas; con familiares cuyos abrazos me reconfortan después de los días de largo trabajo. Otras veces me ha ido mal. Me he dado de topes y he pagado con tiempo, dinero y lágrimas. De hecho, me ha pasado más de una vez. Cada una de estas ocasiones ha sido diferente, cada error me ha dejado un nuevo aprendizaje.

Los errores han sido mis más duros maestros. A estas alturas ya han sido tantos los golpes que me he vuelto fuerte, porque no he tenido otra opción. Hoy me permito equivocarme, si es lo que tengo que hacer para crecer. Me doy permiso de darle vuelta a la página, cerrar el libro, tomar otro o volver al que había dejado. He sentido el dolor de la caída, me ha inundado por completo, casi hasta la parálisis. Pero lo aprecio, porque este dolor es claro signo de que estoy viva, que tengo un día más por delante, otra oportunidad. Y así, con dolor y desconcierto, me levanto. El camino no es fácil, pero dirección solo hay una: hacia delante.

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Clara Villarreal

Consultora de imagen personal, etiqueta empresarial y protocolo Institucional y organizacional.