Hace unos días, me escribió mi tía: “de las pláticas prematrimoniales, como sorpresa, le van a entregar a tu primo cartas escritas por familiares con consejos para su matrimonio, y me gustaría que tú le escribieras una”.
¡Qué gran honra!, puesto que mi primo es una persona extraordinaria, lo adoro y nada me hace más feliz que poder compartir y contribuir en este momento.
Pero primero quiero decirles algo que no incluí en su carta, porque no aplica para ellos, pero que sí es súper importante y le servirá a muchos.
El día en que las personas entiendan que el matrimonio no es una cárcel, que no es sinónimo de esclavitud y posesión, ese día habrá más matrimonios felices, sin la necesidad de buscar allá afuera algo que se les castiga en casa.
El matrimonio debe ser la unión de dos personas que se aman tal cual son, sin esperar cambiar al otro, sin restringir, sin herir. El matrimonio es como casarte con tu mejor amigo, al que le echas porras, de quien te sientes orgullosa aunque sea por un pequeño paso dado, a quien animas y levantas cuando se siente triste, con quien te ríes, y hace de los momentos más sencillos algo extraordinario, dignos de ser guardados en tu corazón para siempre. El matrimonio es confiar en que se puede ir de viaje, pues regresará más enamorado porque te extrañó. Pero si no confías en que tu pareja pueda ir y venir sin que lo estés checando, entonces no es para ti. Tampoco es para ti si a él le gusta el futbol y tu plan es que no lo vuelva a ver o a jugar cuando se casen.
El matrimonio es sumar fuerzas; no oprimir, ni disminuir.
Si tú estás por dar ese paso, piensa si esa persona te suma y te levanta; de lo contrario, no te cases. Más vale seguir soltero hasta encontrar a la persona correcta, que vivir un divorcio y, en muchas ocasiones, ganar un enemigo para toda la vida.
Esta es la carta que le escribí a mi primo y se las comparto con el único propósito de hacerlos pensar sobre si realmente están con la persona correcta y si el paso que van a dar es el adecuado para ustedes. Mi matrimonio duró cinco meses y mi trauma, más de 10 años. No quiero que eso le pase a nadie. Un matrimonio no es la fiesta, ni los viajes, ni los buenos momentos. Un matrimonio es permanecer al lado de esa persona en sus momentos de oscuridad, de frustración y enojo; por eso, asegúrate de conocer ese lado y evalúa si podrás con ese demonio que lo acecha, porque los dos lo tendrán que enfrentar.
Primo, el día de hoy estás escogiendo, entre un millón de personas, a Susy y Susy, a ti. El matrimonio no es complicado, complicadas somos las personas; porque un día estamos de buen humor y al día siguiente ni nosotros nos entendemos; porque hoy me gusta el pollo y mañana no quiero ni olerlo.
Yo sé que son una pareja hermosa, porque en lo individual ya son personas completas, son personas de bien, nobles, con valores y muy buena educación, trabajadoras, leales; saben hacer equipo, aman a sus familias y quieren formar una, sus gustos y objetivos caminan de la mano. Si los metiéramos en un programa, el algoritmo arrojaría esta misma pareja: son perfectos el uno para el otro.
Pero los tiempos difíciles tocan a la puerta de vez en cuando, y hasta el árbol más firme se dobla con un fuerte viento. Cuando te visite “el fuerte viento”, no dejes que se quede, no permitas que rompa esta relación tan bonita; podrá ser un huracán, pero tú, como el árbol enraizado: se podrán caer tus frutos y tus ramas, pero jamás tu tronco.
Para que un matrimonio funcione y sea duradero hay un truco, que es muy sencillo pero difícil a la vez. De todo lo que yo te pueda decir, quiero que te quedes con la palabra ‘ESCOGER’. Jamás la olvides, porque en ella está el truco.
A veces el viento soplará tan fuerte que lo destruirá todo, pero si tienes a tu lado a la mujer que eliges cada día y la que te elige a ti, juntos harán un equipo indestructible. Así que todos los días cuando te duermas y cuando te despiertes, elígela a ella. Porque más valen mil peleas juntos, que un día sin ella.
Eso es cuando lleguen fuertes vientos, pero otra manera también sencilla -y difícil a la vez- de evitarlos es con la ‘COMUNICACIÓN’. Jamás te guardes nada, dilo en el momento: ‘esto no me parece’, ‘esto me duele’, ‘esto no me gusta’, porque luego guardas y guardas y truena el vaso por algo aparentemente bobo, pero cargado de mucho enojo y resentimiento.
Háblale siempre con respeto, con cariño, sé su más grande fan, sé con ella como quieres que ella sea contigo.
No te olvides de los pequeños detalles: un beso inesperado, un abrazo y un chocolate en un día complicado, lavar los platos si la ves apurada ¡y una flor solo porque sí!
Y ya por último: déjala ser. Pero, lo más importante, ayúdala a ser: sé esa mano que la apoya y que se siente orgulloso de cada paso que da, que está a su lado aplaudiéndole o extendiéndole la mano para levantarla si se cae.
Me llena de felicidad verlos crecer, y recuerda: todo en esta vida es una elección. ELÍGELA A ELLA TODOS LOS DÍAS, ¡así como la eliges hoy!
Los amo, Mariana.