¡YA HUELE A PAN DE MUERTO!

El Día de Muertos ya está muy cerca y su celebración no está completa sin el tradicional pan de muerto.

El Día de Muertos ya está muy cerca y su celebración no está completa sin el tradicional pan de muerto.

Por: Carolina García

En cuanto empieza el frío, llegan los platillos favoritos de muchos: tamales, pavo, romeritos, y el postre más esperado del año: el pan de muerto.

Aunque México tiene más de mil variedades de panes, ninguno es tan especial, pues es una mezcla de las tradiciones españolas y prehispánicas.

El Día de Muertos ya está muy cerca y su celebración no está completa sin el tradicional pan de muerto.

Este alimento se consume únicamente en octubre y noviembre para conmemorar el Día de Todos los Santos y el Día de Muertos. Suele colocarse en el cuarto nivel de los altares, como ofrenda para los espíritus que visitan a sus familias.

“Comer muertos es para el mexicano un verdadero placer, se considera la antropofagia de pan y azúcar. El fenómeno se asimila con respeto e ironía, se desafía a la muerte, se burlan de ella comiéndola”, explica José Luis Curiel Monteagudo en el libro Azucarados Afanes, Dulces y Panes.

508 calorías contiene una pieza pequeña de pan de muerto y una taza de chocolate.

Anatomía del pan de muerto

Cada región del país tiene sus variedades, de diferentes tamaños, formas e ingredientes. Pueden encontrarse con forma de muñecos, animales, medialuna o con masa de hojaldre.

El Día de Muertos ya está muy cerca y su celebración no está completa sin el tradicional pan de muerto.

El más conocido es el que lleva harina, sal, azúcar, levadura, agua, mantequilla, huevo y se  decora con azúcar o ajonjolí.

La forma circular del pan hace referencia al ciclo de la vida y la muerte.

Las cuatro canelillas representan los huesos y las lágrimas derramadas a los difuntos. Se colocan en forma de cruz para apuntar a los cuatro puntos cardinales y sus dioses: Quetzalcóatl, Tláloc, Xipe Tótec y Tezcatlipoca.

El aroma a azahar refiere al recuerdo de los fallecidos.

El centro simboliza el cráneo.

El Día de Muertos ya está muy cerca y su celebración no está completa sin el tradicional pan de muerto.

De acuerdo con la Cámara Nacional de la Industria Panificadora, se consumen alrededor de 30 millones de panes de muerto sólo entre el 30 de octubre y el 2 de noviembre.

Mezcla de culturas

Existen tres versiones sobre su origen:

1.- Cuando los aztecas realizaban el sacrificio de una princesa, extraían el corazón, lo sumergían en amaranto y el sacerdote lo comía como ofrenda. Para eliminar esta práctica, los conquistadores decidieron utilizar un pan de color rojo simulando la sangre y el corazón.

2.- Otra versión asegura que durante el entierro de los muertos se repartía un pan con amaranto salpicado con sangre de los sacrificios en honor a los dioses Izcoxauhqui o Huehuetéotl. Los españoles eliminarían la sangre, pero conservarían el pan.

3.- Finalmente, se dice que proviene de un rito a Huitzilopochtli, que incluía un corazón de amaranto. El órgano se encajaba en un pico y luego se repartía pan para que todos consumieran la divinidad de este dios.

El Día de Muertos ya está muy cerca y su celebración no está completa sin el tradicional pan de muerto.

La UNESCO reconoció en 2003 al Día de muertos como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad.

¿Cómo comer pan de muerto sin engordar?

El pan de muerto es una comida muy esperada durante todo el año, pero también puede provocar aumento de peso. La clave para no subir unos kilos es la moderación.

Por eso, el Instituto Mexicano del Seguro Social recomienda consumir sólo una porción de 140 gramos con café o té sin azúcar, lo que equivale a 225 calorías.

También se puede comer una versión con ajonjolí, baja en azúcares o de harina integral.

En caso de excederse, se pueden quemar las calorías de más haciendo ejercicio, como caminar, correr o usar la bicicleta.

Carolina García

Nació en Saltillo, Coahuila en 1995. Ama la lectura y narrar historias. Es licenciada en comunicación por la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Coahuila. Participó en las antologías de cuento: “Imaginaria” (2015), “Los nombres del mundo: Nuevos narradores saltillenses” (2016) y “Mínima: Antología de microficción” (2018).