Somos hijos del maíz. Así lo creían los primeros pobladores de América. Parte de nuestro ADN, pues. En un añoso relato maya se lee: “Por el maíz cantamos por el maíz reímos por el maíz lloramos por el maíz tomamos nuestra vida por el maíz nacimos”. Caray, sin duda, la perfección hecha versos. Pero nada desmerecen los siguientes de nuestro insigne y entrañable Ramón López Velarde en su bello y eterno texto “La suave patria”. Leamos un fragmento:
Patria: tu superficie es el maíz,
tus minas el palacio de Rey de Oros,
y tu cielo, las garzas en desliz
y el relámpago verde de los loros.
En un bazar de asombros en la bella ciudad de Zacatecas (hoy tomada por las bandas de narcotraficantes y el crimen organizado. Aquí gobierna Morena, con David Monreal al frente y aquello se convirtió en un caos de muerte y violencia), desempolvando libros, di con un ejemplar raro: “Viaje alrededor del maíz” de autoría colectiva, editado en noviembre de 1993.
El libro es eso: un viaje por nuestro pasado, nuestra historia, nuestra gastronomía y, claro, todo ello emparentado con la divinidad, la rutina del día a día, la simbología del maíz, su uso como moneda corriente y un largo, largo etcétera. No falta en este breve, pero intenso libro, un refranero popular sobre nuestros dichos y avatares con el maíz y sus derivados.
Van algunos dichos y refranes contenidos en el libro: “Ese gallo quiere maíz”. “Como mazorca de maíz”, acto de solidaridad cuyo simbolismo se deriva del conjunto de granos de maíz que, reunidos, forman la mazorca. “Ya salimos de este maíz podrido”, sin duda, alude la sabiduría popular cuando hay que desprenderse de lo inútil, de lo improductivo. “Ese tipo se da mucho taco”, exhibir, presumir de lo que se tiene. Y no pocas veces, también, de lo que se carece, de lo que no se tiene.
En un aparto del libro citado, se enlistan por lo menos 605 platillos para preparar el maíz y sus derivados: mazorca o esquites, guisados, tortas, budines, atoles, postres, sopas, tamales, enchiladas, tortillas, enfrijoladas, entomatadas… el asombro no tiene fin. Por estado de la República Mexicana se enlistan ciertos platillos típicos, regionales, los cuales reflejan la riqueza culinaria nacional. Aguascalientes y sus enchiladas. Baja California y su gallina pinta. Jalisco y su pozole jalisciense. Morelos y su chileatoles (una sopa de elote). Chihuahua y su pan de maíz. No puede faltar un platillo de dioses, el cual, cada vez que voy a Chiapas, como a mares: sopa de chipilín (verduras, hojas de chipilín y bolitas de masa). Y, claro, de aquí de Coahuila hacen su aparición las famosas “gorditas de chile perdido”.
“Fue creado entonces el hombre de maíz y los dioses vieron coronados sus esfuerzos. Era un ser perfecto, pensaba y hablaba, capaz de reproducirse; pudo ver y su mirada se elevó hasta el cielo…” Sí, un cálido fragmento de la creación del hombre incluido en el “Popol Vuh”. Una maravilla.