Un vaso de leche para Geppetto 3/3

Todo tiene que ver con la gastronomía señor lector

¿Cuántas maneras tiene usted estimado lector, de cocinar un huevo? Un simple pero importante huevo o blanquillo. Los nativos de la Francia e Italia tienen tantas maneras de cocinarlo, como imaginación gastronómica han derrochado por siglos. ¿Hay más de 100 maneras de cocinarlos? Sin duda. Del tamaño de nuestra imaginación será el límite. En el famoso “Diccionario de cocina” del mítico Alejandro Dumas, en el apartado de “Huevos”, amén de describir sus propiedades y de la manera y temporada dónde mejor se consiguen en Francia, consigna al menos siete maneras diferentes de cocinarlos… De rechupete todas.

Y lo vimos la ocasión anterior, la marioneta llamada Pinocho en una de sus primeras aventuras (desventuras), al padecer los estragos del hambre, ve en un montón de basura un reluciente huevo al cual la boca se le hace agua para cocinarle de varias maneras que reseñamos la entrega pasada, todo para romper su cáscara y salir volando un pollito que se burla soberanamente del niño-marioneta de madera. Esta es parte de la vida de Pinocho: luchar contra el hambre, conseguir alimentos para él y ya luego, para su padre (el famoso vaso de leche diario que cuesta enormidades).

He numerado poco más de 25 referencias en la novela de Pinocho sobre la gastronomía, que a la vez, es toda una lección del ecosistema italiano. Y cómo no emparentarlos: Charles Dickens en su mítico “Cuento de Navidad”, hace transitar al tacaño contable de Ebenezer Scrooge y su escudilla melancólica y mustia, por un fabuloso y gran pavo colgado en la carnicería para regalarlo a su empleado y familia para su cena anual; a la par de Collodi, quien hace redimir a su marioneta, Pinocho, quien al final del texto, trabaja para conseguir para su padre Geppetto, un vaso de leche (con panecillos, con mantequilla por encima y por debajo) para su sustento diario.

Creo que ya lo notó, somos hijos de las lecturas, las buenas lecturas. Nos moldean, nos forman, nos definen. El inconmensurable Charles Dickens escribió lo siguiente: “Caperucita roja fue mi primer amor…” Sin duda. Y Dickens en mi caso, forma parte de mi mapa sentimental. Y la gastronomía forma parte de Dickens, los hermanos Grimm, los hermanos Perrualt, Carroll… y claro, el eco llega hasta nosotros con esa saga de novelas y películas de J.K. Rowling, todo un fenómeno: “Harry Potter.” Cuando los niños llegan a la escuela de brujería, son recibidos con… un banquete. Un grandioso banquete a la luz de las velas en grandes mesas donde hay rosbif a granel, pollo asado y como son niños, sin faltar la salsa o puré de tomate para bañar aquello. Todo tiene que ver con la gastronomía señor lector.

Usted que me favorece con su atención hoy, ha pedido que escriba un texto más al respecto. Gracias por leerme. Pues sí, el tema da para más en este generoso espacio. Volveré con una coda la próxima semana. Pero usted lo recuerda: en el final del texto, como una manera de redimirse ante su padre, que le soportó todo, como debe de ser un buen padre (Geppetto), Pincho durante cinco meses “se levantó cada día antes de que amaneciese para ir a darle vueltas a la noria (el burro que lo hacía, había muerto) y ganarse el vaso de leche que tanta falta le hacía a su padre para recobrar la salud.” (Página 250). ¿Ya notó también lo siguiente en este tríptico? Es totalmente intrascendente que a Pinocho le haya crecido por mentiroso la nariz, fue a media res del texto (capítulos 17 y 18) y su buena hada (a la cual Pinocho vapuleó hasta cansarse, esto es la violencia extrema de este tipo de textos que pocos conocen) hace entrar una bandada de pájaros carpinteros quienes le picotean la nariz y se la dejan en su longitud normal… y claro, Pinocho sigue mintiendo y siendo ultra violento… Y no es cuento. .

Jesus R. Cedillo

Escritor y periodista saltillense. Ha publicado en los principales diarios y revistas de México. Ganador de siete premios de periodismo cultural de la UAdeC en diversos géneros periodísticos.